MADRID 2 Mar. (OTR/PRESS) -
Algunos días, no muchos, la verdad, doy en pensar que, si nos ponemos a ello, los españoles podemos incluso ser un pueblo sabio, que no anda todo el día peleando --como nos acusó Bismarck-- y que, ante los grandes retos, somos capaces de hacer un frente unido. O casi unido, al menos.
Pienso que estamos a punto de alcanzar uno de esos momentos que desmienten la maldición de Bismarck, según la cual los españoles somos los más fuertes del mundo, porque llevamos años intentando destruirnos unos a otros y aún no lo hemos conseguido.
Siempre he estado de acuerdo con este pensamiento del 'canciller de hierro'. Lo único que no he comprendido nunca es por qué seguimos, tras tanta rencilla guerracivilista, sin aniquilarnos los unos a los otros, como en esas novelas románticas en las que muere hasta el apuntador, víctima de sí mismo.
Pero, si repasa usted nuestra tantas veces lamentable historia, comprobará la capacidad de los españoles de unirnos frente a la amenaza exterior, frente a la iniquidad --siempre y cuando, claro, no la provoquemos nosotros mismos--. Escribo esto tras asistir a un 'cónclave' del PP del que seguramente saldrá una nueva dirección que, increíble pero cierto, estará apoyada por todos los sectores irreconciliables del partido. Y lo escribo también tras escuchar algunas declaraciones especialmente afortunadas -creo- del presidente del gobierno, instando de forma muy poco pugnaz por la unidad frente a los retos internacionales que van a pesar sobre nuestra economía y sobre nuestra moral en los días y semanas inminentes.
Ahora solo falta que una y otra parte pongan en marcha el acercamiento imprescindible. Siempre he pensado que Núñez Feijóo es persona integradora, como lo son, superados los momentos de confrontación máxima, otros miembros de su partido, probablemente los que ahora tomen el mando: González Pons, Isabel Tejerina, Ana Pastor, Elvira Rodríguez...
Y también he pensado, y dicho siempre, que Pedro Sánchez, sin Pablo Iglesias, se va convirtiendo en un gobernante moderado, al que sin duda --y ello no le exculpa, sino al revés-- sus recelos y antipatías personales hacia Casado le lastraban para hacer lo que a mi juicio debería desde hace tiempo haber hecho: encontrarse 'cara a cara' con el líder de la oposición y llegar con él a una serie importante de acuerdos.
¿Ha llegado el momento en el que, tomando como primera premisa el apoyo de la oposición a lo que haga el Gobierno ante la guerra de Ucrania, PSOE y PP elaboren un calendario imprescindible de acuerdos? Lo que este martes pude intuir en un rápido vistazo al clima que impera en el PP me induce a decir que sí. Lo que sospecho, más que veo, en los prados del socialismo, donde ya no está Iván Redondo para meter la pata, y donde Adriana Lastra ha pasado a ser una actriz secundaria, me tienta a pensar que la aproximación, que es mucho mejor que el choque de trenes, es posible. Cuánto me gustaría ser premonitorio.
Fjauregui@educa2020.es