MADRID 10 Ene. (OTR/PRESS) -
Conocí personalmente a Edmundo González en uno de esos desayunos tumultuosos en Madrid. Le hice un par de preguntas a las que no contestó sino con vaguedades para zafarse. ¿Ha hablado con Trump sobre el trato que darán los Estados Unidos a Venezuela? ¿Qué opina del trato recibido por la oposición venezolana por parte de España? Claro que tampoco respondió, excepto con monosílabos, a otras curiosidades lógicas, elementales, de periodistas, empresarios e invitados venezolanos que por allí pululaban.
No, Edmundo no es el personaje indicado para liderar la oposición al tirano Maduro ni, menos, para sustituirlo en la presidencia de un país tan importante como Venezuela. Y ello, independientemente de que logre o no (o de que lo intente o no) entrar en el país en las próximas horas, para oponerse desde la calle -o quizá desde la prisión- a la auto investidura del hombre, Nicolás Maduro, que falseó la voluntad de las urnas y quiere ahora seguir imponiendo su mandato mediante una especie de autogolpe y represión de la disidencia.
No, Maduro, un antidemócrata que viola todos los tratados internacionales y hasta las normas no escritas de la más elemental cortesía diplomática, por no citar su escaso respeto a las libertades y a los derechos humanos, de ninguna manera puede seguir presidiendo la querida nación venezolana. Lo malo es que Edmundo González, que nunca quiso, en verdad, aceptar la responsabilidad que le ha caído sobre los hombros, tampoco. La gran figura de la oposición sigue siendo María Corina Machado, esa mujer llena de coraje a la que el chavismo vetó sin más para ser candidata. Veremos cómo se recompone eso tras un fin de semana, este, en el que en Venezuela, donde hay muchos civiles armados por el chavismo, puede pasar cualquier cosa; cualquiera, excepto la normalidad de una asunción de poderes por parte de quien claramente perdió las elecciones y parece que también 'perdió' las actas que lo demuestran.
Recibo testimonios muy directos desde Caracas, en los que, entre otras cosas, me informan del estado de los ánimos con respecto a la actuación española en un país 'hermano', con tantos lazos mutuos. No me parece cierto que haya acusaciones frontales por la escasa ayuda que recibe la oposición por parte del Gobierno de Pedro Sánchez: me parece inequívoca, aunque acaso insuficiente, la actitud de condena del Ejecutivo de España hacia el régimen bolivariano, si bien también es cierto que perviven actuaciones en el socialismo que probablemente desde La Moncloa no se deberían tolerar. Y perviven algunas cosas no aclaradas de tiempos pasados, aquellos de Ábalos con Delcy Rodríguez concretamente.
Para liderar la posición de la UE con respecto a Venezuela, como debería, España tiene que despejar esos puntos oscuros y mantener una actitud mucho más tajante con respecto a alguien que de ninguna manera, ya lo he dicho, puede seguir regentado una situación en la que hay ocho millones de exiliados, no sé cuántos miles de encarcelados y represaliados y donde la seguridad personal -que se lo pregunten al secuestrado yerno de Edmundo-no vale nada. Mantener la ficción de las reglas diplomáticas con quien jamás las respeta ya no vale de nada.
Es precisa una acción internacional contra Maduro y una unidad de acción en España entre el Gobierno y la oposición al respecto. A la democracia venezolana no le convienen manifestaciones partidistas en las calles madrileñas, por mucho que sean a favor del cambio. Deshacerse de los tiranos, acordando el método con la oposición del PP, debería ser también tarea de nuestro Gobierno, pero ¿de veras quiere asumir esa labor?