MADRID 8 Nov. (OTR/PRESS) -
Recibo docenas de 'fake news' cada día: sobre cadáveres en Valencia (hay que ser mala gente), sobre intenciones próximas del Gobierno y hasta sobre las intenciones inminentes de Donald Trump. El bulo es siempre algo desalentador: una especie de pesimismo generalizado se ha instalado en nuestros ánimos, aunque ya sé que hay mucho entusiasta por la victoria del republicano, que va a contribuir a dividir el mundo un poco, o bastante, más de lo que ya lo está. Este que se delinea, entre bulos e insultos en las redes sociales, no es, desde luego, mi mundo: me siento profundamente alterado contemplando a las personalidades que gritan eufóricas ante el regreso de Donald Trump a la silla en el despacho oval. El hombre más poderoso (iba a escribir peligroso) del planeta: esto va de juegos de poder. Y ahora, lo que viene, en el plano nacional y en el internacional, resulta cuando menos inquietante.
Ignoro cuánto habrán aprendido los dos hombres más poderosos políticamente de España de lo sucedido en Valencia tras la catástrofe que nos ha costado, por ahora, 220 muertos (y más de noventa desaparecidos, por el momento). Me preocupa un cierto silencio oficial: hay como una cautela ante el riesgo de seguir metiendo la pata, pero eso no es propósito de la enmienda. ¿Moderarán 'ellos' sus rivalidades, el permanente duelo a garrotazos? Creo que, sean cuando sean las próximas elecciones, estamos ya en otra de las interminables campañas electorales que nos impiden avanzar con la velocidad y concordia suficientes. Así que temo ahora un recrudecimiento de las confrontaciones presupuestarias, judiciales, económicas y sociales. No han entendido el mensaje del fango. Un mensaje que también la sociedad, y hasta los manipuladores de las redes, tendrían que comprender. El barro siempre queda en las suelas de los zapatos.
Siento comparar unas cosas con otras, pero sospecho que en los Estados Unidos tampoco han entendido el mensaje del fango: un delincuente convicto ha sido elevado, de nuevo, a la presidencia de la superpotencia entre las superpotencias. Los votantes no siempre tienen razón, aunque haya que respetarlos. Y hay una parte del mundo, ese que ya a mí creo que no me pertenece, que le aclama. No es cuestión de ideologías derecha/izquierda, contra lo que nos dicen desde La Moncloa o desde la sede de Vox, o desde el Partido Republicanos de los Estados Unidos: es algo mucho más profundo. El movimiento 'indignaos' se ha pasado al otro bando, al del populismo, el antieuropeísmo, la anti solidaridad con los más desfavorecidos (inmigrantes, por ejemplo). Que, además, sean cercanos a eso que se llama ultraderecha, consista en lo que consista, me parece casi lo menos importante.
Solamente afrontar con valor que, definitivamente, en esta semana de infarto, nacional e internacional, en la que han fallado encuestas, previsiones e informaciones, hemos entrado en una nueva era, nos salvará. El mundo que nos está quedando entre tanto lodo y basura no nos gusta a muchos, y menos nos gustan aquellos a quienes sí les gusta, lo siento. Hay que comenzar de nuevo a edificar nuestras democracias desde el Cambio que nos anega, no sé si siempre para mejor. De que esa reconstrucción, física y moral, se haga bien depende nuestro futuro, nada menos.