MADRID 6 Sep. (OTR/PRESS) -
El pasado mes de enero dirigí una petición a la Secretaría de Estado de Comunicación solicitando un encuentro 'off the record' y con destino a un ensayo y una serie que estoy preparando, con el secretario general de Políticas Públicas, Asuntos Europeos y Prospectiva Estratégica de la Presidencia del Gobierno, antes director de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia País. El hombre que, en 2021, había presentado, por cuenta del Gobierno de Pedro Sánchez, unas previsiones sobre lo que conviene que ocurra para llegar con bien hasta mediados del siglo XXI, un trabajo hoy bastante olvidado. Me refiero a Diego Rubio, vamos. Que es quien ahora dirigirá nada menos que el Gabinete de Pedro Sánchez y a toda una cohorte de asesores. Me respondieron con una peculiar negativa: 'vuelva a intentarlo tras el verano', decía la lacónica comunicación enviada por una secretaria del señor Rubio.
Claro, me indignó esta falta de transparencia para con un periodista, que somos gente, como se sabe, acuciada por el tiempo y los tiempos, con trabajos poco susceptibles de recibir una contestación como 'vuelva a intentarlo dentro de nueve meses'. Me sonó al famoso 'vuelva usted mañana', de Larra. Así que dirigí una carta incendiada a Diego Rubio, aunque le anunciaba que, efectivamente, volvería a intentarlo tras el verano. Y eso hice. Precisamente la víspera del día en el que el señor Rubio era entronizado al puesto que dejaba vacante Oscar López, entronizado ministro para cubrir el hueco que dejaba vacante José Luis Escrivá, entronizado gobernador del Banco de España, paso este último que está haciendo, como usted sabe, bastante ruido.
Así que esta vez no espero respuesta en absoluto, porque, por lo que cuentan, Rubio, que es persona muy preparada académica y técnicamente, no es un prodigio de inteligencia emocional ni de afabilidad. Me quedo, pues, sin su testimonio para mi libro sobre ese Cambio en el que buceo y del que él habló tanto en la presentación oficial, con presencia e intervención de Sánchez, de la prospectiva 'España 2050', un tocho de más de seiscientas páginas, que muy poca gente ha leído, creo, aunque contiene algunas ideas interesantes junto a divagaciones sin cuento, o, mejor, con mucho cuento.
Pero, a pesar de mis desafortunado intento por conocerle personalmente, pienso que tiene su mérito que Sánchez, para sustituir a un 'político' como Óscar López, haya designado a un 'académico' sin carnet de partido', que ha pasado por la Sorbona y por Oxford con excelencias 'cum laude'. No sé si ello significa que Sánchez piensa en 2050. No para quedarse en La Moncloa hasta entonces, obviamente, sino, seamos bondadosos, porque le preocupa el futuro del país a largo plazo. O si, una vez más, ha acudido a un perfil no partidista, como fue en su tiempo el de Iván Redondo -que sigue ligado, por cierto, a las cuentas socialistas--, para sentirse más libre.
Lo que no sé es si alguien enfrascado en la prospectiva de dentro de un cuarto de siglo será la persona más apta para bregar con la coyuntura agobiante que hoy viven el inquilino de La Moncloa y su entorno, donde estos días, con tanto ajetreo, todo es ebullición. Todos sabemos, intuimos, que aquí van a pasar muchas cosas -y mucho antes de 2050, claro; ya- , que Sánchez tendrá que desembarazarse de algunos/as cercanos/as colaboradores/as para renovar el aire de la habitación de un Gobierno y un PSOE que necesitan urgente oxígeno. Ignoro el papel concreto reservado a Rubio, que es persona con poca proyección pública y cuya fotografía solo ahora ha aparecido en los periódicos, aunque era alguien muy cercano a los oídos del presidente.
Ocurre que es cuestión incógnita saber si un historiador que tiene la mente en si se debe o no comer carne o en si el carné de conducir va a ser objeto inútil ante la inminente llegada del vehículo autónomo es la persona para organizar contraofensivas ante los barones autonómicos del PP, o para parar los golpes que al Ejecutivo le llegan desde el Tribunal Supremo o para llegar a una 'dialéctica constructiva' entre Gobierno y oposición. O para reconstruir las relaciones con una buena parte de los medios de comunicación. O para frenar algunos excesos verbales del presidente, que, en sus desafíos algo chulescos, olvida que quien le oye probablemente no haya visto jamás un Lamborghini. Por poner un ejemplo.
Un jefe de Gabinete puede ser alguien insignificante en su rutina protocolaria o una pieza clave en la asistencia, consejo y hasta crítica de un gobernante. A Rubio habrá que darle la oportunidad de que ejerza más como lo segundo que como lo primero. De momento, yo lo único que puedo decir es que comparte uno de los peores vicios de su jefe, que es algo que, por cierto, no compartía del todo el por otro lado discreto Oscar López: la falta de transparencia. A mi carta de enero y a la respuesta que recibí me remito como prueba.