Publicado 20/08/2024 08:00

Fernando Jáuregui.- Mi voto, y mil más que tuviera, para Kamala

MADRID 20 Ago. (OTR/PRESS) -

Comienza la convención del Partido Demócrata que aclamará, confío en que con suficiente unanimidad, a Kamala Harris como candidata y a alguien a mi juicio tan 'normal' como Tim Walz como candidato a la vicepresidencia. Siempre me he dicho que los ciudadanos del mundo deberíamos de alguna manera tener derecho al voto en los Estados Unidos, porque nos va mucho en el resultado. Y en el país aún -aún-- más importante del planeta, del que tanto dependemos tantos, se masca algo parecido a la tragedia si nadie, o sea, los votantes, lo remedia.

Se percibe un cierto y quizá excesivamente cauto temblor en los líderes políticos europeos -bueno, en la mayoría de ellos-ante la no disparatada hipótesis de una victoria electoral de Donald Trump el próximo mes de noviembre: el republicano, gritón, zafio y sanguíneo, es imprevisible, pero la mayor parte de las cosas que de él se pueden esperar son preocupantes. Porque representa a una parte de los Estados Unidos que muy poco tiene que ver con los valores y trayectoria de la moderación europea, incluso con los nuevos postulados de China e India, o con la nueva presidencia mexicana, y sí mucho con los excesos, vamos a llamarlo así, de Putin y de ciertos Estados 'gamberros'. El mundo se asoma al balcón de un caos y creo que hay que gritarlo, contra lo que hacen nuestros ya digo que acaso demasiado prudentes representantes políticos y económicos.

Porque, por supuesto, no tenemos otra posibilidad de 'votar' en los Estados Unidos que la de gritar, cada cual a su escala y en su medida, la alarma que nos produce que un delincuente, condenado como tal y con una veintena de causas más aún pendientes, pueda convertirse en el hombre más poderoso del mundo, de alguna manera ayudado por otros poderosos temibles. Y sí, estoy pensando en Elon Musk. O en el terrible zar de todas las Rusias, que, déjenme apostar, intentará meter la zarpa en un proceso electoral que me temo que va a ser al menos 'movido': Trump no es precisamente un hombre que acepte elegantemente una derrota. Y menos a manos de una mujer. Y menos si esa mujer procede de valores opuestos a los suyos, si es que a lo de Trump se puede llamar valores.

Nos la estamos jugando. Un mundo razonablemente liderado -como ocurrió con Biden, cuyas deficiencias mentales son ahora un peligro-por alguien como Kamala... o lanzado a la cuerda floja por un tipo del que ya lo sabemos, ay, casi todo, como Trump. Me cuesta entender cómo es posible que aún haya en mi entorno gente, a la que considero sensata, que afirma que allí votaría por Trump, lo que, a mi entender, es como un regreso a una edad media inculta, faltona, sexista y belicosa, y no me digan, por favor, que con Trump acabará la guerra de Ucrania: puede ser, pero entregando al país mártir en brazos de su invasor y verdugo.

Comprendo que lo que digo no deja de ser una baladronada y hasta se podría considerar absurdamente pretencioso, porque a quién le importa; pero me siento en la obligación de proclamar, desde mi ínfima voz, que mi voto inválido e inexistente en los Estados Unidos iría, y además con entusiasmo, a Kamala Harris. Y si tuviese mil votos, los mil se los daría a ella. Y a un Partido Demócrata que ha sabido, con pragmatismo, discreción, suficiente unidad y eficacia, relevar a un Biden que ha sido, creo, un suficientemente buen presidente -lo digo con reparos-, pero que obviamente no podía seguir en el cargo. Siempre dijimos que Kamala Harris acabaría sustituyendo a Biden: jamás imaginamos que un debate televisado iba a propiciar un tan inédito relevo. Todo es inédito en estos tiempos.

En los Estados Unidos, tan desprestigiados durante la presidencia de Trump -que llegó al poder como llegó: lea usted los libros sobre Cambridge Analytica, por ejemplo. Y lo dejó como lo dejó: con un intento de golpe de Estado--, aún hay esperanza. Para ellos mismos y para todos los que no podemos votar allí, pero tanto nos gustaría hacerlo.