MADRID 12 May. (OTR/PRESS) -
Puede que tenga razón, o que al menos tenga sus razones, Yolanda Díaz, que es hoy por hoy algo menos que una vicepresidenta y algo más que una simple ministra, cuando dice que la Legislatura comienza ahora. Tal y como yo lo entiendo, y aunque quizá la señora Díaz no quisiese decirlo explícitamente, lo que eso significa es que todo lo anteriormente actuado, durante el año y poco más de tres meses en los que la coalición PSOE-Unidas Podemos estuvo representada, en el bando morado, por Pablo Iglesias, no ha servido de nada. Y no puedo por menos que estar de acuerdo con la ministra de Trabajo y vicepresidenta de casi lo mismo: han sido quince meses tirados a la basura, entre controversias internas, despliegues de macho alfa, contradicciones y, claro, la garra de la pandemia hundiéndose en la carne de la política y de la moral del país mientras algún amoral político trataba de menguar antes de darse el gran trastazo.
Lo que quizá tenga que explicar doña Yolanda, que es figura sin duda más presentable que quien la designó para el cargo -pero ¿para qué cargo?--, es en qué va a consistir esta Legislatura que no oficialmente, pero sí de hecho, tal vez comience ahora. La recomposición de la izquierda, y probablemente también de la derecha, ha comenzado. Y una nueva era (una más) también ha dado el pistoletazo de salida; estoy seguro de que ni Pedro Sánchez ni Pablo Casado nos sostendrían la mirada mientras afirman que todo ha de seguir como estaba. Ellos saben que no. Que este no va a ser siquiera un cambio lampedusiano: esta vez, las cosas van a cambiar para cambiar de verdad. Y son ellos dos, y la señora Díaz y algún/a otro/a en la izquierda, quienes tienen que propiciarlo
Y en eso llega doña Yolanda, la mujer que, junto con su no correligionaria (aún) Mónica García, creo que está llamada a regenerar una nueva izquierda a partir de las cenizas en las que Pablo Iglesias ha dejado convertida a Podemos, y, como Fidel, que nos cantó Carlos Puebla, mandó parar. Parar la Legislatura loca en la que está embarcado Pedro Sánchez, a base de contradicciones, inconcreciones, opacidades. Una Legislatura que el propio Sánchez me parece que intuye, por mucho que diga lo contrario, que no llegará a finales de 2023, y mucho menos hasta enero de 2024, pero que tampoco se disolverá este otoño, porque sería altamente irresponsable plantear una campaña y unos comicios mientras Europa nos examina para dilucidar si nos da 'la pasta' o no.
Yo me tomaría mucho más en serio de lo que algunos lo han hecho esta advertencia de doña Yolanda, que es alguien llamado a tener un papel político mucho más destacado de lo que bastantes quisieran o pensarían: la Legislatura empieza ahora. Y no zserá, sospecho, tan larga como Sánchez nos la pinta. O sea, hay que hacer cosas que no se han venido haciendo, y cuanto antes. Esta señora será comunista -y tiene perfecto derecho a ello, por supuesto_pero no tiene un pelo de vana ni de banal. Carrillo también era comunista -al menos, mientras se percibió como tal, que a mí me dijo un día que ya no se sentía comunista_y mire usted todo lo que hizo por la mejora de la convivencia y la reconciliación, que de eso parece que también andamos ahora un poco necesitados.
Creo que no nos sobra nadie por etiquetas ideológicas, que es lo que menos importa ahora a la gente, que quiere soluciones. A Yolanda Díaz hay que empezar, incluso tal vez a su pesar, a interpretarla. El contador hay que ponerlo a cero, porque hasta ahora, esta coalición tan chifladamente vice-capitaneada por Iglesias no ha servido más que para darnos a todos el latazo.
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