MADRID 15 Feb. (OTR/PRESS) -
Esta semana es decisiva para ver si Pedro Sánchez consigue formar gobierno o si tiene que tirar la toalla. Hasta aquí, los pasos han sido escasos y los acuerdos sólo sobre principios generales, evitando todo aquello que puede crear escollos. Hasta se han olvidado de la derogación de las reformas del PP, que era el punto de unidad de la izquierda. Ahora viene lo difícil: fijar objetivos concretos, poner números a las ideas, ajustar el déficit público, fijar el techo de gasto, decidir si hay partidas de la deuda que no se pagan, concretar de dónde se va a sacar el dinero para todo lo que se quiere hacer... Y hablar de Cataluña, del País Vasco, del derecho a decidir, del (o los) referéndum... Y, sobre todo, saber si el PSOE quiere gobernar con Ciudadanos y la abstención de Podemos, que también tendría un precio, un alto precio, porque nadie se imagina que Iglesias vaya a regalar nada a Sánchez, o con Podemos y la abstención de Ciudadanos, que no parece que Rivera la acepte, aunque es el único que está teniendo sentido de Estado en esta negociación.
Si Sánchez finalmente pacta con Ciudadanos, el Gobierno que se forme será absolutamente inestable y estará en minoría porque le van a disparar desde la derecha y desde la izquierda. Si pacta con Podemos, con el apoyo crítico de Ciudadanos, la inestabilidad estará dentro del Gobierno y dentro del PSOE. Basta ver lo que ha pasado en Portugal o en los ayuntamientos donde gobierna esa coalición con diversos pactos. El caso de Madrid, con una alcaldesa desbordada por los escándalos de sus concejales, sin equipo ni proyecto, y perdiendo oportunidades día tras día, es paradigmático. Y todo eso, sin mirar a Grecia, donde Tsipras no sólo está haciendo todo lo contrario de lo que había prometido, sino que tiene levantados en armas a todos los que le votaron. Gobernar no es lo mismo que hacer promesas.
Y si Sánchez no logra la investidura, estaremos ante unas nuevas elecciones de las que, previsiblemente, saldrá un gobierno... allá para el mes de septiembre. Y en esa ocasión no estará Sánchez al frente del PSOE... y no debería estar Rajoy al frente del PP. Su silencio y su falta de medidas contra la corrupción que acosa a su partido le inhabilitan para presidir un futuro gobierno. Lo mismo que su incapacidad para buscar soluciones en Cataluña o para buscar acuerdos con el resto de los partidos. Un PP sin un Rajoy crispado y que crispa, y un PSOE liderado por alguien con sentido de país y que no ambiciones el poder a costa de lo que sea, podrían entenderse con Ciudadanos y sacar adelante un gobierno de emergencia que acometiera las reformas imprescindibles. Sólo en una cosa tiene razón Rajoy: necesitamos un gobierno ya. No podemos esperar hasta septiembre. Si Sánchez no lo logra y el PP elige otro candidato --o Rajoy se retira--, a lo mejor estamos a tiempo de evitar perder nueve meses y que la situación económica nos devuelva al pozo del que todavía no hemos acabado de salir. De ellos depende.