Publicado 28/10/2024 08:00

Francisco Muro de Iscar.- La irreprochable moralidad de esta izquierda

MADRID 28 Oct. (OTR/PRESS) -

La cultura es de izquierdas o no es. Ser intelectual y de derechas es un oxímoron. El feminismo es de izquierdas, el machismo es de derechas. La corrupción es de derechas, la izquierda redistribuye la riqueza para igualar las clases sociales. La economía en manos de la derecha es capitalismo para explotar a los pobres; en manos de la izquierda es intervencionismo social en favor de las personas desfavorecidas. El beneficio del empresario es un pecado, lo que importa es el gasto público, mejor sin control que con él. La izquierda tiene ideas, la derecha sólo busca privilegios. La izquierda busca la justicia, la derecha sólo quiere el poder. Incluso cuando se cometen los crímenes más terribles o se proclama la violencia de Estado como en la Unión Soviética, en China, en Cuba o, ahora, en Venezuela, incluso ahí, la izquierda persigue "valores morales para conseguir un orden social más justo". Si lo hace la derecha es genocidio, dictadura o las dos cosas. Si un obrero vota a un partido de derechas es que le han engañado, porque un obrero sólo puede votar a la izquierda. Un comunista con altos sueldos, buenas casas y dinero en el banco es el derecho a progresar. Todo esto lo siguen defendiendo no sólo los políticos que viven de ello, en España y fuera, sino muchos intelectuales y periodistas. La culpa de todos los males es del heteropatriarcado y de la dominación de los conservadores durante siglos.

Todo esto lo estamos viendo ahora con el caso Errejón, con el hundimiento de Podemos, con el desmoronamiento de una ficción política como Sumar creada para mantenerse en el poder y mantener en el poder a Pedro Sánchez, con los escándalos de corrupción -Begoña, Ábalos, Koldo, Aldama...- que rodean al presidente del Gobierno, con el señalamiento a los jueces y la persecución a los medios críticos. Es el nuevo mesianismo cínico en el que se ha instalado la izquierda, la nuestra. Hay que demonizar a Meloni por sus políticas contra la inmigración, pero si lo hace el canciller alemán, el socialista Scholz, o el laborista inglés Starmer, se calla. Si lo piden los países europeos donde gobierna la izquierda, no pasa nada. Si se le ocurre a Díaz Ayuso decir una sola palabra en ese sentido se la demoniza. La moralidad, la ética, siempre están en la izquierda. Y si alguien se atreve a mantener lo contrario, es un facha y pertenece a la máquina del fango.

Lo de Iñigo Errejón es de libro, como antes lo fue lo de Pablo Iglesias sobre las mujeres y con su chalé proletario. Los abusos son siempre delictivos, pero si los ejerce quien tiene el poder y se vale de él y, además, son tolerados, ocultados ignorados por quien ostenta el poder son moralmente intolerables. En la izquierda o en la derecha. Pero no hay que fijar la mirada en el consentimiento sino en la integridad y en la ejemplaridad que debemos exigir y exigirnos todos.

Me divierte mucho leer los domingos un cierto periódico de ámbito nacional y ver lo que dice en su editoriales y lo que escriben sus principales articulistas. Este domingo, por ejemplo, se pone de relieve que el populismo de derechas tiene un efecto corrosivo en las instituciones. (El de izquierdas es una bendición). Que Núñez Feijóo no tiene programa y tampoco un solo economista de prestigio que avale sus propuestas. (En el mismo diario se dedican portada y varias páginas a ensalzar "la habilidad, el pragmatismo y la capacidad negociadora" de la ministra de Hacienda y vicesecretaria del PSOE, María Jesús Montero, más conocida como "la hooligan" de Sánchez). Y se señala que el caso Errejón obliga a las izquierdas "a reconfigurarse". (Es decir, a culpar a otros de sus errores y seguir por el mismo camino, aunque sea a costa de faltar a los principios, a la ética, a la integridad y a la ejemplaridad, como ha hecho Iñigo Errejón y quienes sabiéndolo, le han tapado).

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