Publicado 14/10/2024 08:01

Francisco Muro de Iscar.- Migrantes e hipocresía

MADRID 14 Oct. (OTR/PRESS) -

No es muy ético ir a Roma a hacerse una foto con el Papa Francisco y, de paso, pedirle que viaje a Canarias para poner el foco en la inmigración y, al mismo tiempo, dejar sólo al Gobierno de Canarias en la lucha con este fenómeno grave, no pedir a Europa que la agencia europea Frontex ayude en la solución, no convocar una conferencia de presidentes autonómicos para buscar el compromiso de todos y no forzar a los gobiernos europeos a que afronten de una vez por todas, de una manera seria, un asunto que algunos pueden convertir en una guerra del odio hacia el que viene buscando una vida digna.

No es verdad que España sea un coladero y que todos los migrantes que llegan aquí huyendo de la miseria, la muerte, la guerra, las violaciones o la persecución, incluso por la falta de oportunidades y por el legítimo derecho de vivir con dignidad, sean tratados a cuerpo de rey, con pagas, vivienda gratis y otros beneficios "que les quitan a los españoles". La realidad es totalmente diferente. Muchos de ellos viven en la calle pidiendo limosna o hacinados en centros de internamiento y en centros para menores no acompañados, sin el personal necesario para ser atendidos, sin actividades de ningún tipo, sin que nadie les ofrezca la oportunidad de estudiar, de aprender nuestro idioma, de formarse en trabajos que demandan nuestras empresas y que los españoles no queremos. Según datos de Eurostat la mitad de los extranjeros mayores de edad que viven en España (49,7%) se encuentra en situación de pobreza o exclusión social, una tasa diez puntos superior a la del conjunto de la eurozona y que duplica la tasa de pobreza extrema de los nacionales (22,1%). Estos inmigrantes ocupan los puestos que no quieren los españoles que son, por otra parte, los más duros y los de más baja remuneración. Las ayudas públicas son tan escasas y encierran tanta burocracia que muy pocos llegan a recibirlas, digan lo que digan los que siembran el odio con un relato grosero...

"No hay nada más racista que querer a los migrantes para cambiar pañales, pero no de vecinos". Lo dice Lourdes Reyzábal, presidenta de la Fundación Raíces, creada con su añorado marido, el abogado Nacho de la Mata, que saben lo que es acoger a migrantes menores no acompañados en su propia casa, darles una formación y ayudarles a encontrar trabajo digno -muchos de ellos lo han encontrado en algunos de los mejores restaurantes españoles gracias al programa Cocina Conciencia- apoyo jurídico y una oportunidad de vivir con dignidad. La Fundación atiende a 550 migrantes menores, que no responden al calificativo peyorativo y criminalizado de "menas" sino que tienen nombre, apellidos y, sobre todo, derechos, igual que nosotros. Cambiar los pañales de los niños y de los ancianos, acompañarlos en su soledad, limpiarles el culo, trabajar duro en la construcción, la hostelería o la agricultura, aportar ingresos a la seguridad social y tener hijos que puedan trabajar mañana para poder pagar las pensiones de los mayores, pero lo más lejos posible de nosotros. ¿A quién se le ocurre? Somos un país hipócrita y de memoria corta ante el racismo y la migración. No hay familia española que no haya tenido migrantes hacia Alemania, Francia, Suiza, Argentina, México* ¿Qué hubiera sido de nosotros sin el dinero que enviaban ellos? Somos también mestizaje puro.

"Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. Toda persona tienen derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país". Lo dice el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Si no nos ocupamos ahora de ellos, de los migrantes que llegan, de los que no tienen nada ni a nadie, de los que no tendrán derecho a una pensión por falta de años cotizados, si creamos guetos y bolsas de pobreza que dificulten su integración, el día de mañana, efectivamente, ellos vendrán a ocuparse de nosotros.