Publicado 21/10/2024 08:00

Francisco Muro de Iscar.- No hay Gobierno, sólo Sánchez

MADRID 21 Oct. (OTR/PRESS) -

Hasta los suyos saben que el principal problema de Sánchez y del PSOE -y de todos los ciudadanos- es Sánchez. Un presidente sin proyecto ni liderazgo político, que ni despacha con sus ministros ni les deja espacio, que improvisa en función de las demandas de sus socios, que no debate internamente ni en el Consejo de Ministros ni en el partido y que no cuenta detrás con nadie que se atreva a cuestionar o moderar sus ocurrencias y sus saltos en el vacío ni en público ni en privado. Eso sí, todos ellos, en el Gobierno y en el partido, son una banda de hooligans, encabezados con entusiasmo indescriptible por María Jesús Montero, dispuestos a defender lo que diga Sánchez y echar la culpa siempre de sus errores y de sus fracasos al Partido Popular y, con todo el énfasis posible, a Isabel Díaz Ayuso. En la pelea callejera con esta última, los dos se sienten a gusto y sacan rédito. Es posible que Sánchez gane sin demasiados problemas el próximo Congreso del partido e, incluso, que logre sacar adelante los Presupuestos. Los de dentro saben que sólo callando se mantendrán donde están y los socios saben que sólo pueden sacar todo lo que pidan si Sánchez, su rehén, sigue en el Gobierno.

Tenemos un Gobierno incapaz, ineficiente, desaparecido y arrastrado por el fango que rodea al presidente. Todo indica que tardará poco en cambiarlo, especialmente si logra sacar adelante los Presupuestos. Solo el ministro de Economía está haciendo bien su trabajo y tiene una capacidad técnica acreditada, aunque los éxitos de las cifras macroeconómicas escondan la mayor desigualdad y pobreza de las últimas décadas. El resto acompañan al presidente para aplaudirle. De María Jesús Montero no vamos a decir más, salvo que, en los ratos que le deja el hooliganismo, trabaja denodadamente por subir la fiscalidad de los ciudadanos. La vicepresidenta y ministra de Trabajo confirma su incapacidad para liderar una alternativa política y para dialogar con los agentes sociales. Teresa Ribera ya ha hecho las maletas para irse a Europa. Marlaska ha pasado de ser un buen juez a ser uno de los peores ministros de Interior de la democracia, pero de ahí no le mueven ni los problemas en la Guardia Civil ni los regalos a Bildu. Hacemos el ridículo en Asuntos Exteriores pero no tanto como en Justicia, donde el uso partidista de la Fiscalía o de la Abogacía del Estado se suma a la incapacidad para acabar con una justicia lenta, sin medios y siempre abocada a las presiones políticas. La de Defensa procura quedarse en su parcela sin hacer ruido y sin que se note mucho que está o lo que le cuesta estar.

Sánchez sabía perfectamente lo que hacía Ábalos -por algo era su hombre de confianza en el partido y en el Gobierno para asuntos turbios como los de Delcy Rodríguez- y su sucesor, Oscar Puente ha logrado en poco tiempo acabar con el prestigio de Renfe y de las Cercanías y hacer que los trenes circulen por España, cuando circulan, a la imponente velocidad de 50 kilómetros por hora y con paradas cada rato. Además, un dechado de educación y buenos modos. La ministra de Educación y portavoz del Gobierno se lee con atención los papeles que le mandan desde Moncloa y los repite como si se los creyera. De la ministra de la Vivienda no hablemos. Ha logrado que altos cargos del Gobierno y militantes del PSOE, Sumar y Podemos se manifiesten en la calle contra las políticas que hacen en el Gobierno -mejor, que no hacen- el PSOE, Sumar y Podemos. Hay, además, si no se me olvida alguno o alguna, otros nueve ministros. Hereu, Torres, Urtasun, García, Bustinduy, Redondo, Saiz, López, y Rego. Les invito a jugar. Prueben a ver si son capaces de acertar el cargo que ocupan. Cinco aciertos, sobresaliente; cuatro, notable. Si alguno además es capaz de decir alguna de las cosas positivas que ha hecho alguno de ellos en su Ministerio, matrícula de honor. La verdad es que la Ejecutiva federal del PSOE y el Gobierno de Sánchez están formados sólo por Pedro Sánchez. Y ni siquiera él sabe lo que va a ceder mañana -el precio no importa- para lograr mantenerse en el poder.