Actualizado 08/07/2011 14:00

Isaías Lafuente.- Agencias de descalificación.

MADRID 8 Jul. (EUROPA PRESS) -

Las agencias de calificación de riesgo se están convirtiendo a pasos agigantados en agencias de descalificación y en instituciones de alto riesgo. Su miopía para prevenir la crisis que padecemos fue monumental y la insolvencia de sus dictámenes pasados, prestigiando con altas calificaciones subproductos financieros que devinieron en pura basura o avalando con notas de alta solvencia la deuda de gigantes financieros como Lehman Brothers hasta la víspera de su quiebra, han quedado a beneficio de inventario. Este mismo año, tras meses de investigación, el Congreso de EE.UU. dictaminó que el trío Fitch, S&P y Moodys fueron piezas esenciales en la maquinaria de destrucción financiera que ha hecho temblar las economías de medio mundo. Pero ahí siguen, impertérritos, implacables, impúdicos.

La última, la decisión de Moodys de rebajar de un plumazo la calificación de la deuda portuguesa no uno ni dos ni tres, sino cuatro escalones, sólo puede calificarse de indigna. ¿Ha pasado algo sustancial en Portugal desde hace tres meses, cuando la agencia ya rebajó la calificación de su deuda? Nada, salvo que el país ha puesto en pie programas de ajuste, pactados y supervisados por Bruselas, y se ha comprometido a ampliarlos si fuera necesario con el fin de sanear sus cuentas y regenerar la confianza de los mercados. Y lo ha hecho con un nuevo gobierno salido de las urnas con una mayoría suficiente como para emprender las reformas estructurales que les reclaman, entre otros, la propia Moodys.

Pero de nada sirve el esfuerzo político de su gobierno ni el sacrificio brutal de sus ciudadanos. La mera especulación de la agencia de calificación de que Portugal podría necesitar un nuevo rescate elevó su prima de riesgo hasta los 1000 puntos básicos, con lo que tendrá más dificultad para financiarse en los mercados y, si lo consigue, tendrá que pagar por sus bonos más del cuádruple de lo que paga Alemania. De esta manera sus arcas públicas se vaciarán aún más, los portugueses serán más pobres y durante más tiempo, y la recuperación se hará cada vez más difícil. Es decir, el profeta habrá conseguido que su profecía se cumpla.

Ahora Portugal y la Unión Europea claman contra el escándalo y defienden la creación de una agencia de calificación europea que rompa el oligopolio de las estadounidenses. Ha tenido años para promoverlo. Pero quizás haya que hacer algo más e investigar si algunas de las prácticas de estas agencias que parecen un delito, efectivamente lo son. Y actuar en consecuencia.

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