MADRID 29 May. (OTR/PRESS) -
Alfredo Pérez Rubalcaba decidió tras las elecciones europeas tirar la toalla. Convocó un Congreso Extraordinario de su partido para el 19 y 20 de julio que elegirá una nueva dirección que eventualmente convocará las primarias en noviembre. Algunas voces se han levantado reclamando un orden inverso de los acontecimientos: primero, primarias y después congreso. Incluso alguna fórmula intermedia, no prevista en los estatutos del partido, como un congreso abierto a todos los militantes y no solo a los delegados. Seguramente si Rubalcaba hubiera optado por alguna de estos otros caminos alguien le habría reclamado el contrario.
Han sido estas unas elecciones extrañas. A nivel europeo se nos prometió que serían históricas porque por primera vez elegiríamos en las urnas al presidente de la Comisión, pero ahora Angela Merkel se está pensando su apoyo a Juncker. A nivel nacional las elecciones se consideraban importantes para tomar la temperatura a mitad de legislatura pero nadie pensaba que iban a propiciar un terremoto como el que se ha producido en el principal partido de la oposición ni un boquete de tal dimensión en la férrea y masiva opción bipartidista.
Entre la estupefacción y el desprecio las formaciones miran al emergido Podemos y a su líder, Pablo Iglesias. Hace tres meses nadie les esperaba, las encuestas no les tomaron la medida y hoy tienen 5 eurodiputados y la confianza de 1.200.000 votantes. Veremos cómo evolucionan, pero de momento han demostrado dos cosas: que mucha gente en España está más desencantada de los políticos que de la política y que muchos esperan a alguien que les inspire confianza y les insufle algo de ilusión entre tanta decepción. Los congresos y los programas son importantísimos, sin duda. Pero ya vimos cómo el PP tiró sus promesas a la basura desde el primer consejo de ministros y vemos cómo el PSOE lleva en lo que va de legislatura un congreso y una conferencia política que no le han servido para frenar la hemorragia en las urnas. Creo que en estos momentos el interés ciudadano por el pormenor orgánico del PSOE tiende a cero. Sus potenciales votantes necesitan sencillamente a alguien a quien creer. Y el tiempo pasa inexorablemente.