MADRID 20 Jun. (OTR/PRESS) -
Tuve varias oportunidades para escuchar a José Saramago, le pudo entrevistar en algunas ocasiones, tanto a él como a su viuda y colaboradora, la profesional de Radio Nacional, y traductora del portugués, que durante mucho tiempo fue Pilar del Río, su viuda. En realidad, la anterior enfermedad que atravesó el escritor hace tres años, hizo temer a casi todos que no saldría con vida, por la debilidad de su constitución física, por más que él aprovechara cualquier tiempo lúcido para escribir alguno de sus más recientes libros, los muy amenos volúmenes titulados El viaje del elefante y Caín. Ahora ha sucedido otro tanto, y Saramago ha fallecido cuando estaba terminando de corregir los últimos folios de la novela que tenía entre manos, y que probablemente deberá concluir Pilar.
Este sábado, han sido y son muchísimos los autores que han acudido a rendir su propio homenaje al escritor portugués, cuyos restos mortales serán incinerados este domingo en Lisboa, ciudad a la que será conducido desde el Lanzarote elegido para vivir en un cierto exilio. El mundo de las letras, y los escritores más comprometidos con la realidad social de nuestro tiempo, han unido sus voces, sus lamentaciones, sus plumas y sus ordenadores para rendir ese homenaje al "creyente descreído" que fue Saramago, autor de El Evangelio según Jesucristo, pero también del Caín más divertido y malévolo que pudiera imaginarse. No en vano, se ha recordado en estas horas póstumas que El Vaticina y Berlusconi fueron caballos de batalla de "este intelectual de la bitácora". Un autor que trató mucho a Saramago nos lo recuerda como firme defensor de los derechos humanos, contra las guerras, a favor de las personas acosadas para defender la memoria civil de los perdedores.
Precisamente por esas inclinaciones personales, la noticia de la muerte de Saramago ha sido tan variablemente tratada o maltratada en los medios informativos. Unos le despiden con un sinfín de páginas y artículos laudatorios, y otros apenas han mencionado si nombre y circunstancias...
Nunca es tarde para descubrir a un autor, y con su múltiple y variada obra, al hombre cabal que fue Saramago. No pocos ciudadanos rendirán al desaparecido Saramago ese homenaje de leerlo o volverlo a leer. Habrá valido la pena.