MADRID 29 Nov. (OTR/PRESS) -
No conozco a Juan Lobato, de manera que mi opinión sobre él se basa en lo que he leído, escuchado y visto en los medios de comunicación.
Sí, les confieso que creía que iba a resistir el envite de Pedro Sánchez y de la ejecutiva del PSOE para intentar "echarle" como secretario general de los socialistas madrileños. Es evidente mi error de previsión, pero eso no impide preguntarme y preguntar en voz alta por qué no ha resistido y, por tanto, qué le ha llevado a dimitir y hacer mutis por el foro.
Si nos atenemos a su comunicado, su decisión está basada en que su concepción de la política nada tiene que ver con la que ejecutan los actuales dirigentes de su partido. Lobato asegura que para él hacer política es "escuchar", "dialogar", "debatir" y ser capaz de "acuerdos" que beneficien a los ciudadanos. Hay una frase muy relevante en la que marca su diferente visión de la política respecto a Pedro Sánchez: "Yo no creo en la destrucción del adversario, en la aniquilación del que discrepa y del que piensa diferente".
Es evidente que si estas palabras son sinceras, entonces ha adoptado la decisión correcta, porque Pedro Sánchez es el reverso, es decir, parece obvio que lleva a cabo esa persecución a quienes discrepan.
Pero hay más diferencias entre Lobato y Sánchez, al Presidente le salpican los escándalos y, si tuviera un poco de pundonor político debería de buscar una salida para acabar con este clima enfangado al que tanto ha contribuido. Y no solo eso, de paso podría reflexionar sobre su obsesión de dividir al país en "buenos y malos". Los "buenos" ciudadanos son los que le apoyan así como los entusiastas que se conforman en militar en el silencio de los corderos. Los "malos" ciudadanos son los que no han renunciado a tener un pensamiento propio, un pensamiento crítico.
No hay ningún hombre eterno, por mucho poder que acumule, de manera que Pedro Sánchez también pasará y su herencia será dejar a un país peor del que encontró, roto en dos, y no solo eso, nos dejará un país en estado de demolición por los precios pagados a sus socios independentistas para mantenerse en el poder.
En cuanto a Juan Lobato... creo que no ha explicado con sinceridad suficiente por qué tomó la decisión de presentarse a un notario para dejar constancia de las comunicaciones de doña Pilar Sánchez Acera, en las que se evidencia la "mano" del equipo de "fontaneros" de la Moncloa para intentar desprestigiar a Isabel Díaz Ayuso por vía de filtrar los líos de su novio con Hacienda.
El caso es que ni la señora Sánchez Acera ni el que fuera su jefe directo, don Óscar López, actual ministro y al parecer futuro candidato a presidir la Federación Socialista Madrileña y competir con Isabel Ayuso, salen indemnes de este asunto que tienen la obligación de aclarar ante los ciudadanos.
No, no todo vale en política, y el fin, en este caso la permanencia de Pedro Sánchez en el poder, no justifica los medios.
Veremos si Juan Lobato, con su dimisión, ha firmado para siempre su acta de defunción política o algún día, cuando el PSOE se recobre a sí mismo, vuelve a tener una oportunidad de regresar a la vida pública.