Publicado 08/01/2025 08:01

Julia Navarro.- Nos lo podemos permitir

MADRID 8 Ene. (OTR/PRESS) -

Me congratulo de vivir en un país donde ejercitar la libertad de expresión no supone jugarte la vida. También me congratulo de vivir en un país incardinado en Europa, donde la religión católica, mayoritaria entre los ciudadanos, ha sabido aceptar eso de que a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, que no es otra cosa que la separación de "poderes" y que ninguna religión puede imponer sus normas, sino que cada cual es libre de creer en lo que quiera o de no creer en nada.

De manera que me congratulo de que el catolicismo, mi religión, en la que me educaron y crecí, solo pueda lamentarse cuando atacan o ponen en solfa sus fundamentos.

Si hago esta reflexión es por el lío que se ha montado a cuenta de uno de los programas de Fin de Año, el presentado en TVE por Lalachus y David Broncano. Les confieso que no vi ni ese programa ni ningún otro. Creo que desde que era adolescente no he vuelto a sentarme a ver programas de fin de año.

Soy una entusiasta de la Navidad pero no de las fiestas de fin de año y mucho menos, de los programas de entretenimiento que emiten las cadenas, que a mí, la verdad sea dicha, no me entretienen ni poco ni mucho ni nada, por lo que hace años decidí dejar de verlos.

Así que lo que sé del programa de RTVE es de "oídas" y mi primera reflexión es que el personal debe tener pocos problemas cuando lleva a la conversación general que Lalachus, la co-presentadora del programa, exhibió una estampita con una vaca a modo del Sagrado Corazón. ¿Pretendía ofender a los católicos o solo dar la "campanada" haciendo que el programa se convirtiera en el rey de la noche?. Supongo que esto último.

A mí tanto me da. Ya saben, no ofende quien quiere sino quien puede. Y la verdad es que la estampita de Lalachus a mí no solo no me ofende sino que, como escribía al principio, me ha servido para corroborar que vivimos en un país en el que no pasa nada por ofender los sentimientos religiosos de un colectivo por importante que este sea. Y me alegro que lo más que hagan los ofendidos sea acudir a los tribunales a presentar una querella que seguramente no tendrá ningún recorrido. Lo que me parece hipócrita es que a los que aplauden a Lalachus les moleste que otros ejerzan su derecho a discrepar. La libertad es de doble dirección. O debería serlo. Por tanto no debería pasar porque a la señora Lalachus también se la critique por su actuación en esa gala televisiva. Pero yendo a lo importante recordemos que hace diez años un grupo islamista irrumpió en la redacción de la revista satírica Charlie Hebdo asesinando a sangre fría a doce personas. El motivo esgrimido: la revista había publicado una caricatura de Mahoma.

De manera que insisto: me congratulo de vivir en un país en el que ejercer la libertad de expresión, con gracia o sin ella y ofenda a quien ofenda, no implica jugarse la vida. Esa es la lección que deberíamos sacar de este "escandalo" de poca monta.

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