MADRID 20 Nov. (OTR/PRESS) -
A medida que conocemos más detalles de los antecedentes ecológicos de la pasada DANA, más se pone de manifiesto la falta de criterio institucional, y que el veganismo parece que ya ha llegado a algunas cuencas hidrográficas, como la del Júcar.
El historial de negativas a limpiar los cauces y el talibanismo ecológico que rampa por los despachos oficiales, donde se creen que los coches que pagamos los contribuyentes funcionan con agua del grifo, es desolador (y los helicópteros y los falcones).
El ecologismo es tan necesario como la cortesía y la buena educación, y tan imprescindible como la cultura, pero este ecologismo configurado por fundamentalistas, que parece que se van a echar a llorar si se le ha caído una pluma al buitre leonado, pero ignoran que hay decenas de miles de niño que, por pobreza, se alimentan mal, empieza a ser un toreo de salón criminal. Porque es criminal la política de transición ecológica, que se ha llevado desde el Gobierno por una ministra en espera de ascenso, y la transición ecológica se nutre de tantos prejuicios, progresismo de pasarela, y eslóganes adolescentes, que la transición ecológica ha sido una transición hacia la muerte.
No es raro que, de repente, un ecolotonto abogue por impedir que se construya una presa o un pantano, con el argumento contundente de que se irrumpe en el curso natural del río. Claro, y ya, si nos ponemos estupendos, hasta los pilares del puente, que se se construye para poder atravesar el río, es una modificación de la naturaleza. Pero eso no significa que quienes hacen las presas y construyen puentes sean groseros enemigos de la Naturaleza, sino seres humanos que necesitan agua para beber y cultivar los campos, y una construcción que les permita pasar a la otra orilla, sin atravesar el río a nado.
La historia de la civilización es una historia de la modificación de la Naturaleza por el ser humano. Y, naturalmente, que debemos condicionar nuestra comodidad a un progreso adecuado que no nos perjudique a nosotros, a medio y largo plazo. ¡A nosotros! Que somos los protagonistas de esta larga novela de la Historia.