MADRID 5 Nov. (OTR/PRESS) -
Cuentan que un niño rico y un niño pobre coincidieron el Día de Reyes y se contaron sus impresiones durante esa jornada. El niño rico era pesimista y el niño pobre muy optimista. Al niño rico le habían regalado un automóvil de juguete, que poseía autonomía mediante una batería adosada, y el niño rico se quejaba de su escasa duración. "Es una lata. A los quince minutos se descarga la batería, y hay que volverla a cargar. Y tarda casi una hora. Es un aburrimiento".
El niño pobre, optimista como siempre, intentó convencer al niño rico de la suerte que tenía de poseer un juguete tan sofisticado y tan maravilloso, pero el niño rico se resistía a aceptar sus razonamientos e insistía en los inconvenientes.
Llegó un momento en que la desazón del uno y el entusiasmo del otro se veía que no podían coincidir y, entonces, el niño rico le preguntó al niño pobre cuál había sido el presente de los Reyes Magos, y el niño pobre rompió a hablar entusiasmado y gozoso. En realidad, al niño pobre, precisamente por las condiciones miserables en las que vivía su familia, sus padres no le habían podido comprar nada. Sucedió que, nada más despertarse, preguntó ilusionado a sus padres qué le había traído los Reyes, y su padre, avergonzado, le dijo que saliera a la calle que seguramente estaría allí, si nadie lo había robado. El niño, corrió a la puerta de la humilde chozilla, abrió la puerta de cañas y lona, y se encontró con los humeantes restos de la defecación de una mula, que había aliviado su vientre antes de que su dueño, un gitano vecino que habitaba en una chabola próxima, la llevara a vender o a cambiar.
El niño pobre se sintió excitado ante la visión de aquellas boñigas y, rápidamente, recorrió los alrededores, en busca del auténtico regalo. La excitación le duraba todavía cuando le explicó al niño rico: "Me han traído de regalo un caballo. Pero he tardado tanto en abrir la puerta, que se me ha escapado. Pero lo encontraré". Cuando, tras las sentencias de todos los organismos internacionales y expertos sobre nuestra crítica situación económica, escucho a nuestras autoridades desmentir los serios análisis, no puedo remediar recordar la imagen del niño pobre contemplando con alegría las boñigas y deduciendo que todo se resolverá cuando vuelva el caballo.