Publicado 16/01/2025 08:00

Rafael Torres.- Cuando la vivienda no quita el sueño

MADRID 16 Ene. (OTR/PRESS) -

Es muy improbable que quienes tienen resuelto el problema de la vivienda entiendan el problema de la vivienda. No lo sufren en sus personas, no les quita el sueño, no les miserabiliza la vida, no les atormenta. No es lo mismo pensar sobre las cosas que, además de pensar en ellas, sentirlas, vivirlas, sufrirlas. Así, políticos y legisladores, y no digamos los políticos que legislan cual el caso de los diputados en Cortes, se han tomado todo el tiempo del mundo en comprender no sólo que el de la vivienda, el de su inasequibilidad para la mayoría, es un problema descomunal, sino el mayor de los muchos que lastran la vida de los españoles.

No es nuevo, ciertamente, ese problema en España, sobre todo en las grandes ciudades, y por no ser nuevo precisamente, engorda y se acrece más y más hasta parecer irresoluble. Los supuestos planes para enfrentarlo, que no para resolverlo, presentados reciente y simultáneamente por el PP y el PSOE, parecen partir, cada uno a su manera, de esa engañosa sensación. El del PP se rinde, ya de entrada, a la "libertad" del mercado, y el del PSOE apenas amaga con una intervención tímida del Estado para "ordenar" y "limitar" esa libertad, libertinaje más bien, de la oferta y la demanda. Si a los artífices de esos planes no les alcanzara con sus ingresos para alquilar, y menos comprar, un techo al desorbitado precio que se ofertan, sentirían el atropello de otra manera, o, sin más, lo sentirían, y, en consecuencia, actuarían con convicción, determinación, radicalidad y urgencia.

Que a un trabajador que gana 1.500 euros al mes se los succione íntegros el pago del alquiler, tiene delito, y así, como delito, es como probablemente habría que encarar ese sindiós de explotación y codicia, con un Código Penal reformado en la mano. ¿Y qué decir de la venta masiva a pudientes extranjeros de los inmuebles a que los nacionales no pueden optar? ¿Y de los pisos turísticos que encarecen aún más, hasta el delirio, el precio habitacional? ¿Y del impacto de esa brutal carestía de la vivienda en la demografía, en la natalidad, en los proyectos de vida cercenados? Mal pueden sentir, entender, el problema, quienes, por su situación distante y privilegiada, ni lo sienten, ni lo entienden. Ni les quita el sueño.

Contador