Publicado 08/04/2025 08:02

Rafael Torres.- Aquél Gil y Gil, éste Trump

MADRID 8 Abr. (OTR/PRESS) -

Partiendo de la pintoresca idea que tienen muchos norteamericanos de España, exótico país que sitúan ora en Sudamérica, ora en África, es improbable que Donald Trump, que tan bien conecta culturalmente con esa masa ignara compuesta, como mínimo, por los 77 millones de personas que le votaron, es improbable, digo, que sepa algo de nuestra historia, incluso de la más reciente, o de los personajes que la protagonizaron.

Más allá de Santiago "Obascal", puede que no le suene nadie, y, sin embargo, está poseído por Jesús Gil y Gil, aquella criatura ferozmente dineraria y vulgar de cuyo recuerdo, al estar sus hechos y sus dichos registrados indeleblemente en la televisión, no es fácil zafarse. Jesús Gil y Gil, aquél funesto personaje patrio que arrastró por el lodo la palabra "política", y por la podre profunda del muladar otras tantas, "democracia", "respeto", "honradez" o "inteligencia", parece, en efecto, haberse transubstanciado en Donald Trump, tal es la exacta similitud que los emparenta, bien que el americano vendría a ser un Gil a lo bestia, más a lo bestia si cabe, pues su poder, como por desgracia se sabe, excede en mucho (en cantidad, no en calidad) al que tuvo el depredador de Marbella, del Atlético de Madrid y del buen gusto en cualquiera de sus formas. Pero la misma complexión física, el mismo habla de alcantarilla, la misma mentalidad por llamarla de algún modo, el mismo desprecio por las leyes, idéntica inclinación a ciscarse en ellas. Uno, el original, las leyes españolas; el otro, el clon, las que regían, mal que bien, en el mundo.

Promotores inmobiliarios ambos, uno y otro construidos desde la televisión, Gil llegó a la alcaldía de Marbella, prometiendo el oro y el moro, para hacer "negocios", esto es, para robar a sus vecinos, que aún siguen pagando el brutal agujero que dejó, y Trump a la Casa Blanca, prometiendo lo mismo, para robar al mundo, al que intimida para que afloje la mosca. Gil y Gil sacó tres mayorías absolutas consecutivas, y habría sacado una cuarta si la tardía Justicia que finalmente le sentó la mano no le hubiera dicho "hasta aquí", y Trump 77 millones de votos y el propósito de seguir jeringando al planeta con un tercer mandato. La reencarnación existe; ahí está Trump.

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