MADRID 8 Jul. (OTR/PRESS) -
Ante las largas vacaciones del PP, el PSOE parece resuelto a hacer las veces de gobierno y de oposición. De las dos cosas. Así, mientras en el gobierno se derechiza y abandona sus veleidades hippies e izquierdistas de la juvenil anterior legislatura, en la oposición refuerza éstas y enarbola los pendones más progresistas. O dicho de otro modo: el PSOE que gobierna lo hace en clave conservadora, ayuno de cualquier proyecto o apetencia de transformación y mejoramiento de la sociedad (su receta contra la crisis económica, consumir más, lo dice todo), en tanto que el PSOE-partido, el que principia a calentar motores para camelar al electorado de izquierda en la próxima cita electoral de 2012, se desmelena y propugna lo que con la otra mano, la de gobernar, niega. Así, mientras el ejecutivo de Zapatero no alberga la menor intención, sino antes al contrario, de suprimir o de reducir los muchos dineros públicos que le da a la Iglesia Católica, ora pagando las nóminas de sus sacerdotes, ora la de los profesores de religión, ora subvencionando sus organizaciones asistenciales y ora librando en su favor sumas ingentes en el capítulo de porque sí, el partido de Zapatero habla de retirar los crucifijos de las juras ministeriales y de invitar amablemente al clero regular y al secular, a los párrocos, a los deanes, a los arciprestes, a los obispos, a los cardenales y a los abades a que se emancipen y se autofinancien, esto es, a que se busquen la vida y subvengan de su peculio a sus propias necesidades.
Una cosa es, ciertamente, predicar, y otra dar trigo, pero en pocas ocasiones es dado ver una tan acabada y precisa disposición de ese mecanismo tan corriente, por lo demás, en política. Lo habitual era que un partido prometiera cosas en campaña para no cumplirlas llegado al poder, pero éste PSOE ha logrado prometer lo que incumple simultáneamente y en tiempo real, como se dice ahora. La situación política, con una izquierda turbada, una derecha perturbada, y unos nacionalismos enteramente a su bola, se lo permite, pero, así y todo, la prestidigitación de Zapatero no deja de tener su mérito.
Rafael Torres.