MADRID 15 Ene. (OTR/PRESS) -
Hay una frase de Adolfo Suárez que rescato y que describe como ninguna otra lo ocurrido el miércoles en la Carrera de San Jerónimo: Vamos a elevar a categoría política de normal lo que a nivel de calle es sencillamente normal. Palabras que en su momento sorprendieron a la vieja guardia del franquismo, tanto como las pronunciadas por algunas de sus señorías al ver a Carolina Bescansa portando en brazos a Diego, su hijo de seis meses, del que no se separó ni siquiera cuando fue a votar. Una imagen que han tachado de oportunista pero que refleja el cambio que se está produciendo en nuestras calles pero también en las instituciones por más que algunos lo tachen de show, y que yo me atrevería a calificar de provocación en el más amplio sentido del término. Lo que viene a confirmar que o nos subimos al carro de la regeneración o nos quedaremos anclados en el pasado por más reciente que este sea.
Basta con mirar la cara de incredulidad de Mariano Rajo al ver pasar delante de él a Alberto Rodríguez de Podemos, vistiendo camiseta de rayas y rasta, para comprobar hasta qué punto la España real y la España oficial están hoy distanciadas. Separadas no solo en lo ideológico también en su forma de comportarse, de relacionarse, de actuar en el ámbito de lo público y de lo privado.
Entiendo que para mucha gente las escenas que se vivieron esta semana en el hemiciclo eran más de lo que su cuerpo está dispuesto a aguantar. Y sin embargo bastaría que retrocediéramos unos años para comprobar que lo que está ocurriendo ahora no es más llamativo que lo que ocurrió cuando los socialistas irrumpieron por primera vez en el Congreso y el Senado. ¿O acaso hemos olvidado las chanzas, los chistes, las descalificaciones que se les hacían a Felipe González o a Alfonso Guerra por lucir cazadoras de pana en vez el clásico termo? ¿O los insultos que tuvo que aguantar Carmen Romero cuando se atrevió a proponer las cuotas en las listas electorales?
Quizá por eso llama más la atención que una política de la talla de Carmen Chacón haya sido de las más criticas a la hora de enjuiciar la actitud de Carolina Bescansa, lo que demuestra que el paso del tiempo atempera los caracteres. Ella que como ministra de Defensa lució su embarazo en instituciones tan conservadoras como la militar, es hoy una de las más intransigente a la hora de defender que las mujeres puedan amamantar a sus bebés en horarios laborales. No veo por qué es más políticamente correcto que se ausentara, tal y como ella misma ha declarado, de las reuniones oficiales para dar el pecho a su pequeño, que hacerlo con cámaras y taquígrafos. A no ser que lo que verdaderamente le ha molestado es que las escenas de madre e hijo difuminaran la foto de Patxi López como presidente de la Mesa del Congreso.
Creo sinceramente que es saludable que nos acostumbremos a respetar a esos jóvenes que están deseosos de cambiar las cosas a su manera, que pueden gustar o no pero que demuestra hasta qué punto no están tan alejados de la política, de los problemas reales de la gente, como pensábamos. Y para no quedarnos en la pura anécdota decir que nunca había habido tantos licenciados en el Congreso como hay en esta legislatura, y que espero sirva para que elevar el tono de los debates.