MADRID 4 Jul. (OTR/PRESS) -
Si algo hacia diferente a la ciudad de Madrid era su hospitalidad, que nadie se sentía extranjero, que era un lugar donde se respetaba al diferente, si por diferente entendemos a quiénes no tienen el mismo color de piel que la mayoría, las mismas creencias religiosas, políticas o culturales. Pues bien, eso que era santo y seña de la capital de España, está cambiado a marchas forzadas, y no lo digo yo, lo dicen quiénes trabajan a diario en temas sociales y educativos. Y lo sienten muchos ciudadanos que ven como día a día se recortan sus derechos más elementales sin que a los representantes de las grandes instituciones se les mueva una pestaña.
Señal inequívoca de lo poco que les interesa la política de buena vecindad que imperaba en Madrid, y que es lo que hizo que muchos que vinieron de visita se quedaran para siempre, yo misma. Un ambiente que se está enrareciendo por momentos, sin que los ciudadanos tengan fuerzas ya para oponerse a unas medidas que van desde el encarcelamiento de los huelguista al cambio de itinerario de la fiesta Gay. Solo porque a la alcaldesa o alguno de sus concejales, les molesta un espectáculo que no encaja con su ideología pero que deja a la ciudad unas ganancias de más de 100 millones de euros, ahora que tan preocupados andan por la falta de dinero en las arcas municipales, que como bien sabemos dejó vacías el señor Gallardón por los siglos de los siglos.
Y como ejemplo sirva el afán recaudatorio de la policía municipal, cuya mayor preocupación debería ser la de ganarse la confianza de los ciudadanos como hace la de Londres, o respetar sus derechos, en vez de intimidar a quiénes no les gustan por ser diferentes. Ni mejores ni peores solo diferentes, diferentes en sus rasgos o en su forma de hablar.
Le ocurrió a un joven uruguayo a quién conozco bien. Un chico trabajador, educado, que está legalmente en España, pero que tuvo la mala suerte de cruzarse en su camino con una pareja de municipales cuando se encontraba recostado en su coche a la espera de que la llegada de un amigo. Pues bien, esto que suele ser habitual y que no va contra ninguna norma establecida, le ha costado 600 euros de multa. ¿Por qué? Porque según el requerimiento que le ha enviado el Gerente de Madrid Salud se encontraba bebiendo en la calle, algo que no es cierto, pero que es lo que alega la policía para poder multarle con una cantidad excesiva a todas luces, incluso en el caso de que fuera cierto lo que dicen. El joven como es lógico está desolado, y quienes conocemos el caso sorprendidos e indignados.
A la policía le pagamos para que nos proteja y ayude no para que se comporten como lo harían esos a los que persiguen. Para eso pagamos nuestros impuestos, de manera que alguien debería enseñarles que al ciudadano, tenga los rasgos que tenga, hable en el idioma que hable, hay que respetarle. De lo contrario corremos el riesgo de que la ciudad de Madrid, tan acogedora siempre, se convierta en un lugar indeseado por culpa de unos dirigentes que no están a la altura de las circunstancias.