MADRID 8 Oct. (OTR/PRESS) -
No soy nada futbolera pero, como todas, obligadas por la circunstancias, asisto a toda una batalla desatada en nuestro país. La batalla del fútbol. Una batalla encarnada como casi siempre por los dos equipos más relevantes de este país, y aderezada debidamente tras el triunfo incontestable de nuestra "roja". Comprobar cómo líderes de todo el mundo felicitan a nuestros mandatarios por el triunfo conseguido por la selección nacional en Sudáfrica, nos llena de satisfacción hasta el extremo de pensar que en tiempos de crisis, y qué crisis, es lo único que de verdad nos une.
Pero debajo de este tema y trascendiéndolo, está la admiración que unos hombres que se dedican a este deporte nos suscita y como siempre se traduce en que miles y miles de mujeres empiezan a interesarse por lo que hay en torno a él. Siempre hemos admirado a hombres como David Beckham aunque no precisamente por la precisión con que bombeaba balones al área sino por lo bello que era. Puede decirse lo mismo de Ronaldo, el hombre perfecto aunque no sea el más simpático del mundo. Pero yo siempre he mirado más a quienes les dirigen porque entiendo que detrás de un buen futbolista debe hacer siempre un gran entrenador.
Y aquí llegamos a quienes abanderan la liga española. Me refiero a Pep Guardiola el entrenador del Barcelona y a José Mourinho, el del Real Madrid. Y ahí surge la cuestión, Pep o Mou. El mister del Barcelona representa los valores del fútbol desde abajo aunque haya tenido que pasar peripecias diversas hasta encontrarse dirigiendo el que se ha venido a llamar mejor equipo del mundo por méritos propios. Tuvo problemas en Italia tras abandonar la liga española y los resolvió con una determinación casi heroica tras no resignarse a que se le acusara de lo que él no había cometido. Triunfó, volvió a España a entrenar equipos de base y accedió al primer equipo del Barça donde sus éxitos son de momento incuestionables. Pero siempre tiene claro que lo que ahora son triunfos pueden convertirse en fracasos hasta el extremos de que renueva año a año.
José Mourinho representa lo contrario. Acaba de afirmar que en cuatro años es capaz de conseguir lo que nunca ha obtenido el equipo blanco, el más galardonado del mundo. Estuvo en el Barcelona de ayudante y traductor de un entrenador, ha pasado por el mítico Chelsea con un palmarés impresionante y luego se fue a la liga italiana para hacer lo mismo con el Inter de Milán. Ahora, tiene claro que se las verá con un Guardiola que representa lo mismo que él: ansias de ganar, filosofía de hacer triunfar a su equipo por encima de todo.
Tienen en común más de lo que les separa: caracteres fuertes, ideas clarísimas, empeño en triunfar por encima de todo, no se arredran antes las dificultades y tratan a los medios de comunicación como algo irremediable pero sin conceder ni un resquicio a la debilidad. El uno, el portugués, duro e implacable. El otro, el catalán, más aterciopelado pero igualmente férreo. Todos sus jugadores se concitan en señalar que ambos son los mejores entrenadores del mundo pero me temo que es porque no se atreven a decir la verdad. Son duros, durísimos. No perdonan una. Viven los partidos y hasta los entrenamientos como si en ello les fuera la vida y toman decisiones como si fueran "killers" en una multinacional. A ambos les importa poco la popularidad, y no la buscan, prefieren por encima de todo que sus equipos respectivos no cedan un ápice en sus resultados. No tienen una tarea fácil pero demuestran ambos un empeño absoluto en conseguir sus objetivos. Sus estilos son diferentes en el campo, en el vestuario y en la sala de prensa, pero se han convertido en iconos de una sociedad que es exigente con los resultados y poco comprensiva con los errores. Menudo papelón, pero precisamente por ello, les admiramos y les seguimos. ¿Pep o Mou?. Ambos.