MADRID (OTR/PRESS)
Hay mujeres que no aceptan el paso de los años, o mejor dicho, no aceptan la vejez o no saben envejecer. Un problema que se agudiza en aquellas que viven del afecto y de la admiración del público, grupo que encabezan las grandes actrices, modelos, presentadoras de televisión o gente normal y corriente al que cada vez se suman más personajes públicos, para quienes pasar las hojas del calendario les supone un verdadero suplicio. Esto les lleva a entrar en una espiral de operaciones, en busca de la visibilidad perdida, un remedio que suele acabar en adicción, entre otras razones porque la juventud tiene fecha de caducidad lo queramos o no, e intentar prolongarla más allá de lo razonable, es ir contra la naturaleza. Lo vemos a diario en personas que se ganaron el favor del público no solo por su belleza sino también por su profesionalidad o su inteligencia.
Uno de los casos más llamativos es el de la actriz Melanie Griffith, que fue la primera en alertar de un estigma que está marcando su vida pese a tener un currículum que ya quisieran para sí muchas otras artistas. Fue cuando declaró que para los productores de Hollywood las actrices a partir de los 40 no existían. Que lo dijera ella, que ha sido una de las niñas mimadas de la meca del cine, era premonitorio porque desde entonces apenas si la hemos vuelto a ver en la gran pantalla, lo que debió suponer un duro golpe para su autoestima y también para sus relaciones de pareja con Antonio Banderas, algo más joven que ella y con un carácter extrovertido, forjado en las dificultades que tuvo que pasar hasta llegar a conseguir el reconocimiento profesional en un país, Estados Unidos, donde ser hispano supone un hándicap, salvo que te resignes a interpretar determinados papeles. Antonio pasó el examen con nota, lo que le permite seguir trabajando en proyectos que conectan con su estilo, con su forma de ver la vida o, como ahora, con directores como Pedro Almodóvar que convierte en obras de arte todo lo que toca.
Antonio hizo todo lo que estuvo en su mano para evitar que su mujer cayera en la nostalgia. No fueron tiempos fáciles para la pareja y en honor a la verdad hay que decir que Melanie puso también de su parte para superar esos baches. Cuando el matrimonio se rompió definitivamente y Antonio encauzó su vida sentimental con otra mujer, Melanie optó por poner buena cara al mal tiempo. Subía fotografías suyas o con su hija Estella del Carmen a Instagram, en las que se la veía bien, con las arrugas típicas de la edad: seguramente la procesión iba por dentro.
Ahora que acaba de cumplir los 61, ha decidido cambiar de look, superar las cicatrices que le dejó el divorcio con Antonio, sometiéndose a una cirugía estética, que la ha dejado sin arrugas pero tan distinta a como la recordamos, que cuesta trabajo reconocerla. No digo que no parezca más joven, lo parece, pero en honor a la verdad hay que decir: Esta no es mi Melanie: es una más de las muchas que aparecen en los catálogos de las consultas de los cirujanos plásticos de cualquier ciudad del mundo.
Recuerdo una entrevista que le hice a Antonio al poco tiempo de nacer su hija Estella del Carmen, en la que le pregunté qué era lo que le había enamorado de Melanie y estas fueron sus palabras: Desde muy joven me gustaba, pero sobre todo me gustaba su boca, sus hoyuelos en las mejillas, su dulce sonrisa....Reconozco que hoy no me atrevería a hacerle la misma pregunta para evitar que diera por callada la respuesta.