MADRID 3 Nov. (OTR/PRESS) -
El estupor inicial por la magnitud de la catástrofe y las cifras de muertos que crecían cada hora, podrían justificar la lentitud en movilizar recursos para ayudar a las víctimas. Pero que, tres días después de que el agua arrasara localidades enteras de Valencia, un batallón de jóvenes armados de palas haya tenido que tomar la iniciativa de acudir caminando a ayudar a los vecinos, es inexplicable.
Los afectados, en primer lugar, y el resto de los españoles se preguntan porque se ha tardado tanto tiempo en exigir la presencia del Ejército, de todos los efectivos de la UME y de maquinaria pesada para mover los cientos de coches volcados en las calles.
Porqué, mientras han conseguido llegar todos los medios de comunicación y hacer los telediarios desde las calles anegadas de barro, los vecinos seguían sin luz, sin agua, ni siquiera para beber. Porqué los víveres llegaban con cuentagotas y no se movilizaron a los bomberos forestales que, con sus helicópteros habrían podido ser mucho más eficaces en el reparto de agua envasada y medicinas.
Y, lo más grave, como es posible que el viernes festivo todavía quedarán tantos vecinos desaparecidos y bajos anegados de agua con coches donde podrían encontrarse víctimas.Se minusvaloraron las advertencias de la AEMET (que está constatado que llegaron a tiempo). No se quiso alarmar a la población, aún a sabiendas de que el calentamiento del Mediterráneo era un factor de riesgo altísimo de que una DANA tuviera las consecuencias trágicas que ha tenido. Y al final, el desconcierto ante la tragedia provoca la parálisis en la administración autonómica.
Pedro Sánchez, que viajó con celeridad a la zona, se mostró escrupulosamente respetuoso con las competencias de Mazón en la crisis. Ofreció la ayuda del Estado y espero las peticiones de los responsables autonómicos. Feijoo convirtió su visita en un intento de echar balones fuera, defendiendo la gestión del presidente valenciano, compañero de partido. Le falló la empatía y la solidaridad con las víctimas, que no estaban para rifirrafes políticos.
Ahora, tantos días después, sigue faltando liderazgo. Y, mientras, con tantos días de retraso las unidades del Ejército se distribuyen, ahora sí, por todas las localidades afectadas, sólo queda concluir que esta catástrofe pone en cuestión la descentralización de crisis cuya gravedad desborda a los responsables autonómicos.