MADRID 15 Dic. (OTR/PRESS) -
No está claro si ha sido la firmeza del Gobierno de Mariano Rajoy, al no aceptar el chantaje del rey de los casinos, o las dificultades económicas del propio Adelson, pero lo cierto es que el castillo de naipes construido en torno a la megalópolis del juego en Alcorcón se derrumbó ayer, para tranquilidad de muchos y desolación del presidente madrileño Ignacio González.
Las exigencias inaceptables del magnate del juego americano, que pasaban por modificar leyes actualmente en vigor como la del tabaco, la suspensión de normativas fiscales y otras barbaridades semejantes, no estaban lo suficientemente garantizadas para la oferta inversora de Adelsón. Todo podía convertirse en una repetición de Terra Mítica o el Parque Warner, cuyos desastres económicos hemos acabado pagando todos los españoles.
Los supuestos 17.000millones de euros que se pensaban invertir y los sobreestimados seiscientos mil puestos de trabajo que se iban a crear no eran más que humo a cambio de unas condiciones leoninas para cualquier gobierno democrático que, solo por una cuestión de dignidad y soberanía, debían ser rechazadas. Los datos del paro en España y la adulación y servilismo con que fue recibido en Madrid llevaron a Adelson a exigir unas condiciones muy por encima de lo que había exigido a otros países donde instaló sus casinos.
Porque, de las grandes cifras iniciales lo cierto es que, para construir esa hortera ciudad de cartón piedra, se había previsto una inversión de 6750 millones, de los que el empresario solo pondría 2.700. El resto pensaba obtenerlo de inversores particulares y de bancos españoles. A cambio, y como no se fiaba mucho de que un nuevo gobierno supusiera una modificación normativa, pidió un compromiso de que se revertiría a su empresa todo lo invertido, más las pérdidas, e incluso una indemnización.
Y todo eso a cambio de dos mil setecientos millones y un futuro más que incierto. Perdida la apuesta por los juegos olímpicos y con Madrid cada vez con menos turistas, los cientos de miles de habitaciones de hotel previstas podían devenir en edificios llamados al derrumbe. Un espejismo en el paramo castellano como la ciudad fantasma del "pocero", como el aeropuerto de Castellón o como la ciudad del Medio Ambiente de Soria.
El golpe en la mesa que ha dado el Gobierno (conviene recordar que Rajoy recibió no menos de cuatro veces a Adelson en la Moncloa, más que a muchos jefes de Estado) viene a recolocar las cosas en su sitio y a no dejarse llevar por cantos de sirena de una empresario que está siendo investigado por la Justicia de Estados Unidos con acusaciones de compra de voluntades de funcionarios en los países donde se ha instalado.
Bastante corrupción propia tenemos en esta país como para importar presuntos corruptores. España necesita inversiones productivas, de gente fiable, que utilice la preparación de una juventud que se están disputando en Europa y que seguramente es la mejor formada de la historia de España. Suficientes ruinas de ladrillo y hormigón afean el paisaje como para ceder soberanía ante un posible nuevo fiasco.