MADRID 11 Ago. (OTR/PRESS) -
En el denigrante espectáculo de la segunda fuga de Puigdemont nadie se libra de la viscosa sensación de ridículo; empezando por el mismo. El ex President, que quiso emular a Tarradellas y representar el honor del pueblo catalán, sojuzgado por el Estado opresor, y que, terminada la soflama, se cubrió el flequillo con una gorrita y salió corriendo, como un vulgar carterista, por las calles de Barcelona.
La cara de su lugarteniente Turull, al borde del ataque de nervios, pegado a su líder para facilitar la huida, no tiene nada que ver con la altanería con la que aseguró, cuando ya lo sabía a salvo, que Puigdemont llevaba dos días en Barcelona. Para dejar más en ridículo a unos mossos a los que tantos favores les deben. En Moncloa, que llevaban mirando para otro lado desde que Puigdemont amenazó con volver, respiraron satisfechos al saber que ya había cruzado la frontera y que su hombre, Salvador Illa, había conseguido su propósito. Ya está pacificada Cataluña. La detención hubiera supuesto el fin de la legislatura en Madrid.
La reacción del PP, alborotada y ruidosa pero sin efectos reales en plena canícula, queriendo involucrar a la ministra de Defensa, Margarita Robles, olvida que, siendo ellos Gobierno, el mismo Puigdemont les coló ante sus narices las urnas y las papeletas del referéndum ilegal.
De la actuación de los Mossos ya se ha contado todo. Como ahora su máximo responsable, que sabe que la llegada de Illa va a cambiar la estructura del cuerpo, nombrar nuevos jefes y limpiar sus filas de irredentos independentistas, se atreve a arremeter contra Puigdemont describiéndole, más o menos, como cobarde por haber huido. Y a nadie se le cae la cara de vergüenza. ¿No sentirán sonrojo Josep Rull, President del Parlament, y Artur Más, ex President de la Generalitat, de hacer de escuderos / teloneros de esta opereta bufa? ¿Se puso también la gorrita, Artur Más y le acompañó en su carrera de huida? Y, por último y lo más importante, en que ridículo papel han dejado a la administración de Justicia del Estado español ante Europa. Las portadas de los medios europeos reflejaban el estupor ante lo ocurrido. Si hasta ahora no se atendían las solicitudes de extradición, pierdan en el futuro toda esperanza.