MADRID, 9 Oct. (PortalGeek/EP) -
Si mañana se desatara una guerra nuclear y el planeta entero quedara sometido a los efectos de la radioactividad, ¿existiría alguna posibilidad de que la civilización subsistiera bajo tierra? El escritor y periodista ruso Dmitry Glukhovsky imaginó los túneles del metro de Moscú como el escenario donde los protagonistas de la novela Metro 2033 sobrevivirían a la catástrofe nuclear, organizados en sociedades cuyo principal objetivo sería defenderse de los peligros del mundo exterior.
El éxito de la historia de Glukhovsky ha dado paso a toda una saga de libros que traspasa fronteras y a la que no dejan de apuntarse nuevos autores. La novela nació en 2002 y desde entonces, al más de un millón de lectores de todo el mundo, se han sumado también los seguidores de los videojuegos y hasta un proyecto de adaptación cinematográfica de Hollywood.
El propio Glukhovsky reconoce que Metro 2033, el videojuego, ha atraído a más lectores a sus novelas, que se ganaron una legión de fieles en Internet. Para él, la Red ha sido una aliada que ha dado forma a su obra, pero no considera que todo sean ventajas. Por ejemplo, resulta visible que la constante conexión de las redes sociales y los 'smartphones' no le termina de convencer.
El autor de Metro 2033 y Metro 2034 vino la semana pasada a España para encontrarse con sus seguidores en Madrid. Una oportunidad para dar a conocer sus nuevos proyectos y animar a los jóvenes creadores españoles a unirse a la lista de autores que perpetúan las historias de la saga Metro.
Glukhovsky es Licenciado en Periodismo y Relaciones Exteriores por la Universidad Hebrea de Jerusalén. En la actualidad, trabaja como freelance para la cadena de televisión Russia Today. Este joven de 33 años es también autor de Historias de la Madre Patria, una serie de relatos satíricos breves que critican la actual situación política y religiosa de Rusia.
PortalGeek (P): ¿De dónde surgió la idea de su novela Metro 2033?
Dmitry Glukhovsky (DG): Tuve la idea de escribir este libro a los 16 años, cuando estaba en la escuela. Más tarde, cuando ya estaba en la Universidad, completé la primera versión. Entonces intenté publicarlo y llevarlo a distintas editoriales, y no es que lo rechazasen, es que lo ignoraban. Todo mi sueño era publicarlo, ver ese libro sobre papel, y pensar que los cinco años de mi vida que había dedicado a imaginar y a escribir el libro no habían sido en vano.
P: Entonces usted decidió publicarlo en Internet.
DG: En el año 2002 todavía no había ni Facebook, ni Twitter. Lo que se hacía entonces era crear una página. Yo hice una página para publicar la novela y que el público pudiese acceder a ella de manera gratuita. Mi idea no era ganar dinero, era darla a conocer, que la gente la pudiese leer y me pudiese decir lo que pensaba.
P: ¿Cómo consiguió atraer la atención de los editores?
DG: Dos años más tarde decidí escribir más capítulos. Doblé el número de páginas del libro y empecé un proyecto interactivo 'online'. Los lectores podían leer, participar, crear, influir en el libro. Entonces fueron los editores los que me vinieron a buscar porque sabían que había un texto que tenía un público detrás, y que esos lectores también querían tener la edición de papel. Así es como en 2005 mi sueño se convirtió en realidad.
P: ¿Concibió Metro 2033 con la idea de crear una saga?
DG: Entonces no tenía la idea de hacer una saga, pero los lectores querían más porque se habían quedado muy sorprendidos con el final de 2033, y querían una explicación. Cuatro años más tarde escribí Metro 2034. Era una exigencia de los lectores y yo sabía que si no me inventaba algo sería un esclavo de mi primera obra durante toda la vida.
P: ¿Y los libros que llegaron después?
DG: Después lo que hice fue invitar a otros autores a que participasen en 2033, a que escribieran sobre lo que podría pasar tras una destrucción nuclear. Hice un llamamiento a autores rusos y de otros países para satisfacer a los lectores. En general se trata de autores jóvenes, principiantes, a los que les damos la bienvenida porque pensamos que es importante que tengan una primera experiencia. Vienen de distintos lugares, hablan distintas lenguas, y han participado en la creación de todo este universo. Hay treinta libros en Rusia, dos son míos. También hay libros en español, en italiano, en inglés... Espero que algún autor español escriba destruyendo Madrid o Barcelona.
P: Usted es periodista, ¿Tiene algo que ver su formación con las historias de ciencia ficción de sus novelas?
DG: Influye en los libros que escribo ahora, pero en aquella época no era así. Cuando empecé a escribir Metro 2033 era sólo un alumno de secundaria. Puedo decir que lo que yo escribía en Metro 2033 no era nada científico, porque las consecuencias de la guerra nuclear que yo describía no son viables. Muchas veces me critican por esto. Yo hablo de monstruos, de mutantes, pero sin ninguna base científica. Lo que yo hice, más que ciencia ficción, sería fantasía urbana.
P: En sus primeras novelas los personajes no están nunca seguros de lo que pasa más allá de las fronteras de su mundo subterráneo. Esta idea contrasta con la era de hipercomunicación en que vivimos, ¿Quiso usted enviar un mensaje de reflexión al respecto?
DG: Yo creo que ya estamos todos un poco cansados de ser accesibles en todo momento a través de los teléfonos móviles y más aún con los 'smartphones'. Es una especie de adicción emocional, esa impresión de que nos necesitan y de que nuestras ideas gustan a los demás. A veces la gente piensa que si nos escondemos es que somos unos hijos de puta. Yo lo que creo es que se ha perdido una parte del romanticismo de las relaciones personales. El juego de si queríamos estar accesibles, de si el otro quería acceder a nosotros, y de no ser siempre transparentes.
Mark Zuckerberg dijo en una ocasión que todo el mundo podía ser etiquetado en Facebook. O sea, que todo el mundo tiene que ser transparente y no tener nada que esconder. No sé si él tendrá mucha vida sexual, porque trabaja muchísimo, pero habría que poner en duda esa idea de que todo el mundo sea etiquetable las 24 horas del día y de que todo el mundo nos pueda encontrar.
P: Todas sus novelas se publican en la Red, ¿Cree usted que Internet es un enemigo o un aliado de la literatura y de la cultura en general?
DG: Yo empecé a publicar en Internet porque no tenía otra elección y fui innovador en este sentido. En Internet tengo la posibilidad de transmitir el texto a un público muy grande. Creo que esto es algo muy bueno para los comienzos de un autor. Ya no soy un autor principiante, pero cuando empecé era algo muy importante. Lo principal cuando se empieza es tener muchos lectores, no es ganar mucho dinero. La literatura no es algo lucrativo. Cuando escribo lo que quiero es hacer libros con ideas que contagien a la gente, y son esas ganas de obtener el elogio y la respuesta del público las que me impulsan a hacer las cosas. Tampoco quiero que la gente se gaste la mitad de su sueldo en comprar mis libros, ni que tengan que elegir entre salir con una chica o leer mi libro. Me interesa que me sigan y que me recomienden a otras personas; con eso me basta.
P: ¿Cuáles son los autores que más han influido en su obra?
DG: Ray Bradvuri, Stanislaw Lem, Gabriel García Márquez, Borges, también el francés Boris Vian. Pero esos autores no son típicos de la ciencia ficción. Transcienden las fronteras, van más allá y tratan de la filosofía, del drama, de los personajes. En mis libros hay una mezcla de géneros. La ciencia ficción encorseta, es como una chaqueta de fuerza que no deja moverse ni a la derecha ni a la izquierda. Yo aspiro a una mayor libertad.
P: El videojuego de Metro 2033 fue bastante bien acogido por la crítica y ya está en marcha una secuela, ¿le gustó cómo se adaptó la historia? ¿Cree que conserva el mensaje que usted quería transmitir en la novela?
DG: El videojuego es un género aparte. Puede ser una obra de arte o puede no serlo. Hay algunos que son simple basura para adolescentes falta de originalidad. Yo rechacé muchas ofertas y elegí a los socios que me parecían seguros. Se puede decir que en el videojuego de Metro 2033 hay una castración de la idea original porque el libro tiene veinte capítulos y era imposible contarlo todo. Además hay que dar lugar a las carreras, a los disparos... Pero a pesar de todo ha conseguido ser un videojuego filosófico capaz de expresar los miedos de la gente. Además atrae más lectores a mis novelas. Los padres se quejan de que sus hijos no leen libros. Deberían hacer un videojuego a partir de Crimen y Castigo de Dostoievski o de Guerra y Paz, de Tolstoi.
P: Hace poco se confirmó la adaptación de Metro al mundo del cine, ¿Va a participar en dicha adaptación?
DG: Ha habido una compañía de Hollywood que ha comprado los derechos, incluso tienen un guionista, pero ya se sabe que con Hollywood uno nunca está seguro porque lo compran todo pero después es una ruleta: se puede ganar o se puede perder. Ellos trabajan con un equipo local, pero yo les asesoraré, en todo caso. También sé que volverá a ser una castración de mi texto, pero puede servir para atraer más lectores.
P: ¿Qué es más difícil, adaptar una novela a videojuego o al cine?
DG: Todo depende de si hay un drama muy rico, o de si hay mucha acción o no. Por ejemplo, la historia de Metro 2034, el segundo libro, no era adaptable a videojuego porque habla más de relaciones, recuerdos, historias sentimentales... Iría mejor para hacer una película. La secuela del videojuego, que saldrá en el mes de marzo, no está basada en 2034, está basada en historias separadas.
P: ¿Qué es lo primero que haría usted si se enterase de que se ha desatado una guerra nuclear como en sus novelas?
DG: No estaría sorprendido, porque ya he hablado de ello. Si sucediese algo como en Metro 2033 yo creo que no sobreviviría porque no tengo las capacidades necesarias. Soy demasiado caradura, demasiado osado. Me matarían.
P: ¿Cuáles son sus próximos proyectos?
DG: Ahora estoy trabajando en una novela que se llama Futuro. Es sobre los temas de la Tierra, la mortalidad y el envejecimiento. El envejecimiento desaparece gracias a la ingeniería genética y ello da lugar a una sobrepoblación de la Tierra, del espacio vital, y a la lucha por los recursos.