MADRID, 30 Sep. (Portalgeek) -
Pepper es bien conocido por ser unos de los pocos robots capaz de mostrar empatía hacia las emociones humanas, y con esta carta de presentación, cuesta imaginar que alguien pueda darle otro uso más allá del de abrazarle fuerte. No obstante, sus creadores han querido asegurarse de que el 'robot con corazón' no sufre ningún trato vejatorio, y han prohibido expresamente la práctica sexual a través del contrato de acuerdo con el usuario.
Si ya nos parecía inexplicable que un prototipo de este robot humanoide concebido para hacer feliz a la gente resultase gravemente herido a manos de un ser humano, la simple idea de verle envuelto en un acto sexual 'no consentido' nos parece detestable.
La operadora SoftBank, encargada de su comercialización en Japón, no lo tiene tan claro, y por eso indica en los términos de condiciones y uso que el robot no debe usarse con fines sexuales ni en otros comportamientos indecorosos, bajo el riesgo de ser detectado y gravemente sancionado.
Lejos de limitarse a la restricción del uso del prototipo durante el acto sexual como tal, la compañía también condena las modificaciones que buscan hacerlo más sugerente, como la de cambiar el módulo de voz para que suene más sexy.
Esta suerte de cláusula de 'protección al robot menor' se suma a otras prohibiciones como la de usar el robot para dañar a otras personas o como método para enviar correo 'spam' al resto del mundo.
En vista de las medidas tomadas por la compañía, y de la generalización de los robots de apariencia humanoide y eminentemente sexualizada, es posible que haya que ampliar las tres leyes de la robótica de Asimov.
Precisamente a este respecto, a principios de septiembre se lanzó la campaña "contra los robots sexuales", que busca concienciar e implantar una suerte de ética en el uso responsables de los robots.
Detrás de esta campaña se denuncia, además, el hecho de que muchas de las creaciones robóticas destinadas al placer sexual de los humanos tiene apariencia bien de mujer bien de menores, y lo que su uso para tal fin supone no es sino una reproducción de la desigualdad entre sexos y la explotación de la mujer y los menores.