MADRID, 3 Jun. (Portaltic) -
El fotógrafo Richard Prince está en el ojo del huracán debido a una exposición de 2014 que no dista demasiado de su obra habitual, pero con la que quizá ha ido demasiado lejos. Otros consideran que no, que es arte. Está utilizando capturas de pantalla de Instagram que se están vendiendo como obras de arte por hasta 90.000 dólares.
Richard Prince ha basado su obra en la modificación y apropiación de otras obras artísticas, como en su día hizo Andy Warhol. El fotógrafo ha destacado por la modificación y collages con instantáneas de otros, a partir de las cuales ofrecía su visión y su mensaje.
Esta metodología ha permitido al fotógrafo prosperar, pero también le ha supuesto batallas legales. Batallas legales que nunca ha perdido porque le ampara el derecho a partir de una obra original para crear otra nueva si se modifica adecuadamente.
El problema con la exposición 'New Portraits' es que efectivamente Prince ha partido de imágenes Instagram, pero con una mínima modificación. Es tan mínima como un comentario en las fotos, tras el cual hacía la captura de pantalla que después imprimió, colgó en una galería y vendió por decenas de miles de dólares.
El crítico de arte Jerry Saltz opinaba recientemente en Vulture: "tenemos que aceptar que las imágenes, incluso las digitales, son materiales y que los artistas los utilizan para hacer lo que hacen. Punto. Tal y como yo lo veo, demasiados artistas están casados con nociones deplorablemente anticuadas de copyright, leyes que van en su contra en casi todos los casos".
Razón no le falta a Saltz. Es cierto que un artista debe tomar el mundo que le rodea como fuente de inspiración y moldearlo bajo su visión. Y eso incluye las fotografías. Sin embargo, lo que ha hecho con las instantáneas de Instagram quizá cruce la línea. Podría haber hecho collages, podría haber integrado las instantáneas en otras realidades, podría haber hecho algo increíble como la obra de Lucas Levitan, que en Portaltic bautizamos como 'el Bansky de Instagram'.
Sin embargo, Prince ha escogido imágenes morbosas, añadido un comentario y hecho un pantallazo como el que podríamos hacer aquí y ahora con el móvil. Después, se ha aprovechado de su fama y su posición para venderlas por decenas de miles de dólares. Y seguramente el comprador desembolsó esa cantidad por la calidad de la foto original publicada por su autor en Instagram y no por el toque artístico de Prince, aquí casi inexistente.
¿Dónde termina la apropiación artística y dónde empieza el plagio? La obra 'New portraits' de Prince sea, quizá, esa línea que no se debería cruzar.