MADRID, 28 May. (EUROPA PRESS) -
En los últimos años, la Comunitat Valenciana está empezando a sumar una gran cantidad de establecimientos ecológicos, respetuosos con el medio ambiente, y que buscan proporcionar una "retribución justa al agricultor".
Esta nueva mentalidad, que aboga por "un comercio justo", sin embargo comenzó en Valencia hace ya veinte años de la mano de La Llavoreta, una Asociación de Consumidores sin ánimo de lucro cuyo fin principal es el consumo y la difusión de productos biológico-ecológicos y artesanos provenientes de un comercio equitativo y solidario, con garantía de procedencia y a precios no especulativos.
Según ha destacado una de las socias a Europa Press, este sistema "no es convencional", ya que se produce un "contacto directo con el agricultor", que les procura los productos de la huerta valenciana.
Por ello, según ha resaltado, se le ofrece un precio "justo" por sus producciones, ya que se eliminan los intermediarios de los que disponen las grandes cadenas a las que, también llega productos ecológicos, pero a costa de "explotar" al trabajador del campo.
Después de esta experiencia, cada vez más, están surgiendo otros muchos establecimientos en la Comunitat Valenciana, que dispensan productos con sello ecológico y provenientes del contacto directo con el agricultor.
En opinión de la misma socia, además de buscar un producto ecológico, el perfil del comprador es una persona que "busca un comercio justo y que el agricultor pueda sobrevivir de su trabajo".
Este pasado jueves, de hecho, centenares de agricultores valencianos se manifestaron a las puertas del ministerio para reclamar una retribución más justa por sus producciones, ya que estaban percibiendo lo que tildaban de ser "un insulto y un anuncio de muerte de la agricultura".
En concreto, los agricultores equiparaban los precios que se les otorgaban por sus producciones con respecto a productos diversos a precio de mercado, de modo que por veinte kilos de naranjas se les paga lo mismo que lo que cuesta un café.
DEL CAMPO A LA MESA
Con el auge de los productos ecológicos, están naciendo nuevas experiencias denominadas 'grupos de consumo', pequeñas asociaciones grupales --vecinales o de barrio-- que contactan directamente con los agricultores para realizar sus pedidos y nutrirse de toda esta arquitectura ecológica, de modo que no se pierde el dinero en intermediarios y el producto llega directo del campo a la mesa.
Un ejemplo de este tipo de iniciativa es Bioalacant, una de las primeras de la Comunitat Valenciana, que lleva más de doce años trabajando en la provincia de Alicante.
La asociación, según ha destacado el presidente de la misma, Vicente Bordera, nació debido a la "necesidad" de favorecer un consumo de "autoprotección" contra la contaminación medioambiental y para trabajar por un "modelo más justo".
Según ha manifestado, los grupos de consumo suelen trabajar de un modo similar, pero cada uno de ellos tiene alguna característica especial. En el caso de BioAlacant destaca el hecho de que, además de contactar directamente con el agricultor, son los propios miembros los que cultivan, ya que disponen de un huerto propio a las afueras de la provincia.
En opinión de Bordera, "el perfil del consumidor no está muy definido en un grupo de consumo", ya que suelen conformarlo personas con intereses diferentes. Muchos de ellos, tienden a la agricultura ecológica por intereses medioambientales, personales, porque tienen alguna enfermedad que les impide comer alimentos procesados, como la sensibilidad química o que tienen una ideología tendente a buscar una economía justa.
El producto, prácticamente, llega "del campo a la mesa", ya que nada más recogerlo el único trámite por el que ha de pasar es el del reparto al consumidor, y esa es otra razón que hace a muchos interesarse por estos productos cada vez más en boga.