MADRID, 6 Ago. (EUROPA PRESS) -
Roger Presseguer Camps es uno de los muchos jóvenes españoles que cada año deciden tomarse un 'año sabático' en el extranjero tras acabar el Bachillerato y antes de comenzar la Universidad, debido a, entre otros motivos, las dudas a la hora de elegir qué carrera estudiar.
"Siempre se dice que la vida es sólo una pero es que es así. Con 18, 19, 20 años o los que sean no podemos permitirnos el lujo de quedarnos estancados en un sitio por el miedo, hay que vivir, disfrutar y equivocarse, pero siempre a la aventura", ha señalado a Europa Press Roger, quien realizó el programa 'Gap Year' de EF, conocido como 'año sabático', en Nueva Zelanda.
El joven relata que decidió vivir esta experiencia en el extranjero porque "no tenía claro" lo que quería hacer con su futuro. De este modo, nació en él una "necesidad de viajar y conocer mundo" antes de comenzar una carrera universitaria que no sabía si le iba a gustar.
Aunque al principio su intención era viajar a Australia para mejorar su nivel de inglés, los responsables del programa 'Gap Year' le recomendaron otro destino similar, Nueva Zelanda, ya que "era como Australia pero más barato": "¡Y sin bichos que me pudieran matar!".
Durante su estancia en el país de Oceanía, Roger aprendió "de todo" y evolucionó como persona al tener que resolver situaciones por sí mismo. "Aprendí a abrir mi mente hacia nuevas culturas, personas, formas de ser y mucho más. Pero lo más importante, aprendí a vivir la aventura y a poderla disfrutar, aunque en algunos momentos sólo me tuviera a mí mismo", ha recordado.
El joven asegura que le recomendaría "100%" vivir esta experiencia a otros estudiantes ya que a él le "cambió la vida", aunque al volver se dio cuenta de que su entorno en España y su rutina "seguían siendo los mismos" y en el viaje echó "de menos" a su familia y amigos.
Gracias al tiempo que estuvo en Nueva Zelanda, Roger pudo "hacer unas prácticas incluso antes de empezar la carrera", lo que le ayudó a descubrir que lo que iba a estudiar le iba a gustar.
A pesar de los aspectos positivos que, según afirma, tiene realizar un 'año sabático' en el extranjero, apunta que al principio sus familiares y amigos fueron "muy reticentes" sobre su decisión de abandonar España por un tiempo y le llamaban "loco", incluso su abuelo se despidió de él diciéndole que ya "no iba a estar" cuando volviera. "Todo fue muy dramático, pero al final mis padres y mis amigos lo entendieron y me apoyaron al 100%", celebra.
Debido a que estuvo de monitor de actividades, Roger pudo "hacer un poco de todo", desde rugby, láser tag, buceo o visitar cuevas submarinas, hasta nadar con un tiburón y tirarse de un avión. Además, pudo celebrar el fin de año en Sydney (Australia) en un parque de atracciones donde vio fuegos artificiales desde una noria con una amiga.
Al volver a España asegura que no tuvo problema y no le costó retomar sus estudios, ya que fue "el pacto" que hizo con sus padres: "Ellos me ayudaban a hacer este viaje a cambio de que yo me comprometiese a hacer una carrera al volver, así que lo tomé con ganas".
UN AÑO ACADÉMICO EN EL EXTRANJERO PARA APRENDER UN IDIOMA
Otro programa similar que ofrece EF es el 'High School Year', gracias al cual el estudiante se traslada a otro país a seguir con sus estudios de Educación Secundaria o de Bachillerato y, al concluir este periodo, continúa con sus estudios en España habiendo convalidado el programa en el extranjero.
Los estudiantes que realizan el 'High School Year' son, según explican los responsables de ambos programas, "un poco más jóvenes" que los del 'Gap Year', mayoritariamente alumnos del último curso de Secundaria y Primero de Bachillerato (75% de los casos). En el caso del 'Gap Year', el 81% de los estudiantes tienen entre 16 y 24 años.
Los responsables de ambos programas, Laura Osuna ('Gap Year') y Pablo Parera ('High School Year'), indican que las familias "suelen hacer un esfuerzo" económico para que sus hijos puedan realizar este tipo de experiencias y "valoran el dominio de los idiomas", al ser conscientes de que "se trata de una inversión en su futuro".
"Estos programas permiten a los jóvenes mejorar exponencialmente su nivel de inglés hasta convertirse en bilingües. Hoy en día el inglés es absolutamente esencial para todo el mundo, así que la principal motivación para llevar a cabo esta inversión es la del dominio del inglés", precisan.
Una de las alumnas que decidió realizar un 'High School Year' fue Carlota Balaguer, quien, a los catorce años, decidió ir a Estados Unidos con el objetivo de mejorar su inglés. Además de aprender el idioma, Carlota explica a Europa Press que experimentó una "independencia incomparable" ya que a su edad ha convivido con una familia nueva "estando a más de 8.000 kilómetros de España".
"Este año me ha enseñado a afrontar barreras culturales y a ser capaz de adaptarme a costumbres y religiones diferentes. Además, psicológicamente esta experiencia ha impulsado mi madurez y ha contribuido a la mejora de la gestión de mis emociones", comenta.
Aunque reconoce que es una experiencia "dura", debido, especialmente, a estar lejos de familiares y amigos, Carlota recomendaría a otros alumnos vivir un tiempo fuera de España, ya que ha podido abrir la mente, ha conocido a gente de diferentes nacionalidades y le ha entrado la "curiosidad por conocer más países". "La manera en la que se crece y aprende en un año escolar en el extranjero no es comparable a la madurez que puedas adquirir regularmente, es sin duda una inversión para toda la vida", apostilla.
"TE FORMA PARA ABRIRSE A CONOCER Y RESPETAR A PERSONAS DIFERENTES"
"Al conocer diversas maneras de vida comprendes mejor a las personas e indirectamente esto te forma para estar preparado en un futuro a estar abierto a conocer y respetar a personas diferentes a ti, cuando creces y entras en el mercado laboral", señala la joven.
La inquietud de Carlota por vivir en el extranjero surgió cuando tan sólo tenía doce años, momento en el que le hizo la primera propuesta a sus padres: "Pensaban que estaba bromeando, nadie se imaginaba que la madurez de una niña sería suficiente para afrontar un año entero tan lejos de casa".
Finalmente, tras varios meses "detrás" de sus padres y cuando ya había cumplido ya los catorce años, la joven consiguió que su familia accediera a que viajara a Estados Unidos. "Poco a poco fueron informándose y haciéndose a la idea de que esto sucedería antes o después. Y a día de hoy están enormemente agradecidos de que lo hiciera", puntualiza.
Entre las actividades que realizó en Estados Unidos, destaca que fue animadora, jugó toda la temporada de tenis e hizo atletismo. En relación a actividades escolares, estudió Cocina, Cerámica, Diseño Gráfico, Finanzas Personales o 'Yearbook', una asignatura "muy parecida al periodismo" que se centra en las actividades del colegio y el día a día de los estudiantes.
FORMAR PARTE DE LA SOCIEDAD DE EEUU ESTUDIANDO EN SUS INSTITUTOS
Aida Ponce también decidió pasar un año académico en Estados Unidos para mejorar su inglés: "Desde pequeña quería irme a Estados Unidos ya que me gustaba mucho su cultura y, después de investigarlo, vi que la forma de empezar a ser parte de su sociedad sería cursar un año en sus institutos".
"He aprendido que si soy capaz de hacer esto soy capaz de todo lo que me proponga. Todo el mundo tendría que estar un tiempo fuera de su país y de su zona de confort porque la gente cambia para bien y se nota mucho. Hacer un año de instituto es lo ideal para entender leyes de vida y madurar antes", aconseja.
Entre los aspectos negativos de esta experiencia, Aida recalca que no se supo "controlar comprando ropa" y se gastó "más de la cuenta". Asimismo, al volver a España, no supo manear que ya estaba en casa y echó "mucho de menos" estar con su familia americana.