MADRID, 22 Sep. (EDIZIONES) -
El otoño comienza este miércoles 22 de septiembre a las 21 horas y 21 minutos hora oficial peninsular, han anunciado desde el Instituto Geográfico Nacional, según cálculos del Observatorio Astronómico Nacional. Un poco más habrá que esperar para el cambio de hora: será el domingo 31 de octubre cuando se retrase el reloj una hora.
La llegada del otoño da fin al verano. La estación durará 89 días y 20 horas exactamente, y terminará el 21 de diciembre, cuando dará comienzo el invierno.
El domingo 31 de octubre se retrasará el reloj una hora para adaptarnos al horario de invierno. En concreto, a las 3.00 horas, hora peninsular, habrá que retrasar el reloj hasta las 2.00 horas. En el caso de Canarias, a las 2.00 horas pasarán a ser la 1.00 de la madrugada, retomando así el horario de invierno.
Esto significa que se ganará una hora de sueño y a partir de ese día la sensación es que anochecerá antes. Este cambio de hora se produce el último domingo de octubre de cada año y forma parte de la Directiva Europea 200/84CE que también establece la aplicación del horario de verano a finales de marzo.
Esta normativa es de obligatoria aplicación en todos los países miembros de la UE y tiene como objetivo lograr un ahorro energético y aprovechar las horas de luz natural. Supone además un beneficio para sectores como el transporte y las comunicaciones, para la seguridad vial, las condiciones de trabajo, la salud, el turismo y el ocio, según argumentaba la Comisión Europea en 1999.
Esta misma institución realizó en 2018 una consulta pública a todos los ciudadanos europeos en la que más del 80% de los 4,6 millones de personas que participaron se mostraron a favor de acabar con los cambios de hora. Con este resultado, la Comisión propuso acabar con esta práctica y que en marzo de 2019 se produjese el último cambio de hora. La falta de consenso entre los estados y de evaluaciones de impacto ha hecho que Europa retrase hasta 2021 la posible anulación del cambio horario.
EL ORIGEN
El origen del cambio horario se remonta a la Antigua Roma, cuando las clepsidras o reloj de agua de los romanos tenían diferentes escalas en función del mes del año que fuera. Así, en la latitud de Roma, la tercera hora tras el amanecer, la hora tertia, empezaba (usando el horario moderno) a las 09:02 y duraba 44 minutos en el solsticio de invierno, pero en el de verano comenzaba a las 06:58 y duraba 75 minutos, según relata el historiador Jérme Carcopino.
Mucho más cercano, otro de los antecedentes del moderno horario de verano se remonta al 30 de abril de 1916, cuando, en mitad de la Primera Guerra Mundial, el gobierno alemán decidió que todos los relojes se adelantarán una hora para reducir el uso de luz artificial y ahorrar energía.
Dos años más tarde y, con el mismo propósito de ahorrar energía en el marco de la Primera Guerra Mundial, el presidente estadounidense Woodrow Wilson firmó un decreto en 1918 para adelantar la hora. No obstante, todas estas iniciativas fueron revertidas una vez que acabó la guerra. La costumbre de atrasar el reloj en invierno y adelantarlo en verano se empezó a usar de forma generalizada en 1974, tras la primera crisis del petróleo, para poder aprovechar mejor la luz del sol y consumir menos electricidad.