Un niño se hace un selfie con el Papa Francisco
REUTERS / ALESSANDRO BIANCHI
Actualizado: lunes, 11 diciembre 2017 17:23

ROMA 11 Dic. (EUROPA PRESS) -

El Papa ha invitado a las personas que se lamentas continuamente a desnudarse de los "propios egoísmos" para poder ser consoladas por Dios, en la homilía de la misa que ha celebrado este lunes 11 de diciembre la Casa Santa Marta.

"Para dejarse consolar por el Señor uno necesita desnudarse de sus propios egoísmos, de esas cosas que son nuestro tesoro: la amargura, el lamentarse, u otras muchas cosas", ha asegurado Francisco.

El Pontífice, que ha reflexionado sobre la primera lectura del día en la que Dios promete a Israel ser consolado, ha afirmado que "no es fácil dejarse consolar". "Es más difícil consolar a los otros que dejarse consolar. Porque, muchas veces, nosotros estamos pegados a lo negativo, apegados a la herida del pecado dentro de nosotros, y, muchas veces tenemos la preferencia de permanecer ahí, solos, como en la camilla, como ese del Evangelio, aislado, allí, y no levantarnos. '¡Levántate!' es la palabra de Jesús. Siempre: '¡Levántate!'", ha añadido.

Por ello, ha comentado que el problema es que a veces los fieles son "maestros de lo negativo" por la herida del pecado, mientras que "en lo positivo" son "mendigos". Francisco ha puesto de ejemplo cuando se prefiere "el rencor" y hay un "corazón amargo". "Para estos corazones amargos es más hermoso lo amargo que lo dulce", ha manifestado.

Así, ha explicado que "muchos prefieren esta amargura y poseen una raíz amarga" que les "lleva con la memoria al pecado original". Para el Papa, la amargura es la que "siempre lleva a expresiones de lamento".

El Papa ha mencionado al profeta Jonás, al que ha definido como "premio Nobel del quejarse". En este sentido, ha dicho que en lamentarse "hay algo contradictorio" al hablar de un sacerdote "que se quejaba por todo".

"Tenía el don de encontrar la mosca en la leche --ha dicho--. Era un buen sacerdote, en el confesionario decían que era muy misericordioso, era anciano y sus compañeros de presbiterado hablaban de cómo sería su muerte y qué pasaría cuando fuese al cielo. Decían: 'Lo primero que dirá a San Pedro, en lugar de saludarlo, es: '¿Dónde está el infierno?', siempre lo negativo. Y San Pedro le haría ver el infierno. Una vez visto preguntaría: '¿Cuántos condenados hay en él?'. 'Solo uno'. 'Ah, que desastre de redención', diría él. Siempre pasa esto. Y ante la amargura, el rencor, los lamentos, la palabra de la Iglesia de hoy es '¡ánimo!, '¡ánimo!'".

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