MADRID, 26 Abr. (EDIZIONES) - Manuel Paz, médico y psicoterapeuta
¿Has sentido alguna vez que tus pensamientos te invaden y te ha sido imposible silenciarlos?, ¿has sufrido alguna vez por sentirte juzgado?, ¿y por juzgar? A veces resulta imposible dirigir el flujo de nuestros pensamientos, ¿pero de verdad es imposible? ¿Puedes hacer algo para no verte arrastrado por tu propia mente?
Sí, claro que puedes hacer algo para vivir mejor: sintonizar tu mente.
¿Qué significa eso de sintonizar la mente?
Es un estado de calma mental que se logra cuando se equilibra la actividad de la mente pensante y la mente que experimenta.
- La mente pensante es la que reflexiona y se encarga de analizar, recordar, anticipar, planificar, evaluar, comparar, juzgar, etc.
- La mente que experimenta se centra en el momento presente, nos permite existir siendo conscientes de lo que estamos experimentando y sintiendo en cada momento.
Cuando se produce un excesivo flujo de pensamientos, conocido como cavilación o rumiación de pensamientos, dejamos de pensar y razonar con claridad, perdiendo nuestra capacidad de concentración y memoria.
Y esta situación nos genera estrés, que, si perdura en el tiempo, da lugar a enfermedades psíquicas como la ansiedad y la depresión.
¿Cómo puedo identificar cuándo estoy usando en exceso la mente pensante?
Si te descubres haciendo alguna de estas 5 cosas de forma constante, estás usando en exceso la mente pensante.
Recuerda que estas formas de actividad mental no son en sí mismas insanas: el problema se produce cuando no puedes dejar de hacerlo, cuando los pensamientos se disparan de manera automática impidiéndote conectar con lo que vives en el presente.
1- Recordar. Consiste en rememorar constantemente episodios de nuestro pasado que suelen ir asociados a sentimientos de rabia, culpa, miedo, tristeza, vergüenza, etc. Cualquier vivencia dolorosa o traumática, como la pérdida de un ser querido, una ruptura sentimental, una discusión, un accidente o una agresión, puede dar lugar a este tipo de actividad mental.
2- Planificar. Es un estado, fruto de la necesidad de control y en algunos casos de una elevada exigencia, en el que estamos anticipando situaciones con el objetivo de obtener un determinado resultado. Se pueden reconocer por los “hay que” “tengo que” o “cuando suceda...”, existiendo una dificultad para vivir el presente, al estar “organizando” excesivamente el futuro.
3- Preocuparse. Igualmente, estamos anticipando situaciones del futuro, próximo o lejano, pero nuestra evaluación es negativa, está teñida de un fondo de pesimismo. Induce a tener una sensación de fondo de que nos va a suceder algo malo. Son múltiples los motivos de preocupación, destacando entre los más frecuentes el miedo a sufrir una enfermedad, a que le suceda algo a un ser querido, a perder el puesto de trabajo o a sufrir una situación económica, o de otro tipo, adversa.
4- Racionalizar. Es evaluar permanentemente nuestra realidad de manera lógica, analítica, desprovista de cualquier componente subjetivo o emocional. Por ejemplo, alguien que acude a un concierto y está evaluando cómo interpretan los músicos en lugar de conectar con lo que le hace sentir esa experiencia. La persona que racionaliza en exceso, algo característico en la alexitimia, tiende a sufrir somatizaciones y sensación de desvitalización.
5- Juzgar. De manera automática, nuestra mente tiende a clasificar y a sacar conclusiones de todo aquello que percibe. Si vemos cuatro puntos equidistantes entre sí, inmediatamente sacamos la conclusión de que eso es un cuadrado. Esto impide vivir las cosas como son, teniendo siempre el filtro de lo que nosotros pensamos o ya sabemos sobre ellas. Lo experimentado se tiñe por nuestros prejuicios. “Esto no me gusta”, “siempre es lo mismo”, “ya sé lo que va a pasar”, “no me interesa”, “esta no persona no me cae bien”, “no me van a entender” y una larga lista de frases similares se asocian a nuestras vivencias.
¿Y qué tengo que hacer para lograr “domesticar” la mente pensante?
Puedes lograrlo ejercitando su complementaria, la mente que experimenta, lo que equilibra la función de ambas. Se trataría de aprender a pensar cuando se quiere; y poder parar esta función cuando así se desea.
La forma más específica es entrenando la atención. La atención se puede entender como el foco de luz que ilumina una parte de la actividad mental. Muchas prácticas de Mindfulness están dirigidas a desarrollar este importante función. Saber dirigir, mantener e intensificar “la linterna” de la mente es la base para equilibrar su funcionamiento.
En general, las prácticas de Mindfulness dirigen la atención a cualquier aspecto de nuestra experiencia que nos conecte al presente. Puede ser enfocando la atención en algún estímulo sensorial recibido por los órganos de los sentidos (atendiendo a los sonidos por ejemplo), atendiendo a la respiración o cualquier otra sensación corporal que estemos experimentando, o mediante la observación, desde una actitud neutral, de nuestro flujo de pensamientos.
PRÁCTICA GUIADA. Si quieres probar, te propongo que hagas la siguiente práctica. Podrás ejercitar la atención, enfocándola a la respiración y a las sensaciones corporales, dándote cuenta a la vez de cómo la mente pensante “se cuela” una y otra vez en tu actividad mental.
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¿Cómo sé que estoy entrenando correctamente la atención?
En primer lugar, podrás conectar con serenidad, experimentar menos agitación mental, lo que es un indicativo de que estás siendo capaz de sostener la atención, por muchas interferencias que identifiques durante la práctica.
Además, trabajar con el foco de la atención, implica observar la actividad de tu propia mente. Esto conlleva desarrollar otra capacidad, también esencial para un mejor funcionamiento mental, la capacidad que se denomina “conciencia”.
Es un estado mediante el cual te haces consciente de la actividad de tu propia mente, observas lo que ésta hace. Esta función es conocida como “la mente que se observa a sí misma”. Se da solo y exclusivamente en el presente, por lo que es una manera de activar la mente que experimenta. Indistintamente de que evoques una situación del pasado, o bien anticipes algo del futuro, reconocer que es eso lo que estás haciendo se trata de una experiencia de presente.
¿Por qué es importante no juzgar?
Emitir juicios es una interferencia muy habitual en la práctica de la meditación (y fuera de ella), donde la mente pensante enturbia a la actividad de la mente que experimenta. Como hemos visto, juzgar es casi inherente a la actividad mental, ocurre de manera automática. Se basa en aprendizajes previos y en la consideración subjetiva de que, lo que sea que estemos viviendo, nos resulta bueno o malo.
Durante la práctica de la meditación, podrás identificar que estás juzgando cuando identificas frases como “esto me aburre”, “esto no sirve para nada”, “es demasiado largo”. También podrás emitir juicios hacia ti, como “no lo estoy haciendo bien”, “yo no sirvo para esto”, “no voy a poder”.
Es frecuente que tales prejuicios aparezcan una y otra vez en tu mente, y no solo durante la práctica de la meditación. Es muy probable que también aparezcan en tu vida cotidiana, asociados a todo aquello que vives.
Y no se trata de que no emitas esos juicios, eso es casi imposible, sino de hacerte consciente de que eso está ocurriendo, no dejándote arrastrar por tus valoraciones. Esto te permitirá vivir cada momento como es, sin la interferencia de que te resulte bueno o malo, agradable o desagradable, o esté influenciado por tu deseo de que lo que experimentes ocurra de una manera o de otra.
¿Entonces se puede considerar que el Mindfulness me puede ayudar a no juzgar?
Con la práctica de Mindfulness se adquiere mayor equilibrio; y cuando la mente se ha calmado se puede ver con claridad. Al igual que ocurre en un estanque cuando las aguas se estabilizan tras haber estado agitadas, se puede observar el fondo.
En nuestra vida cotidiana, los prejuicios tiñen continuamente nuestra experiencia. Desarrollando la observación como una forma de darte cuenta de todo este proceso, incorporando la quietud, la no acción, ganaras en capacidad de mantener ese estado de observador neutro que lo contempla todo y no se deja arrastrar por nada. Esto te permitirá vivir la realidad sin que se vea contaminada por tus aprendizajes previos, aceptándola como es, con mayor curiosidad, frescura y respeto por lo que se te revela.
No juzgar es un hábito cultivado mediante la práctica de la atención plena. Es un firme compromiso de hacerte consciente de tus sensaciones corporales, emociones, sentimientos y pensamientos. Dejando estar aquello que se haga presente, sin evitarlo o reprimir su expresión y sin dejarte arrastrar por ello. Tomando plena conciencia de todo eso que al final no deja de ser lo que en cada momento eres. Así podrás saber más de ti y por tanto podrás elegir cómo relacionarte con lo que vivas en cada momento.