TURISMO DE NAVARRA
Por Sergio Martín de Vidales
"Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril, cinco de mayo, seis de junio, siete de julio San Fermín". "A San Fermín pedimos por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición" por Joaquín Sabalza.
Esta es la archiconocida banda sonora de Pamplona durante los nueve días de fiestas en los que se anima a acudir a la ciudad con "una bota y un calcetín", aunque lo que realmente no puede faltar son las ganas de diversión, muchas ganas de pasarlo bien.
Los orígenes de la fiesta se remontan a la Edad Media y están relacionados con diferentes celebraciones como los actos religiosos en honor a San Fermín, las corridas de toros y las ferias comerciales celebradas en la zona.
Algo que poca gente conoce es que en sus inicios, la fiesta conmemorativa de San Fermín tenía lugar el 10 de octubre, en pleno otoño, sin embargo, en el año 1591 los pamploneses decidieron trasladar la fecha al mes de julio en busca del buen tiempo, coincidiendo así con la feria.
ATRAE A MILES DE TURISTAS.
Ya en el siglo XX los Sanfermines aumentaron exponencialmente su popularidad gracias a la novela 'The sun also rises' de Ernest Hemingway, escrita en 1926, que atrajo a miles de personas procedentes de todo el mundo a las fiestas.
La contribución de Hemingway fue tal que casi un siglo después la fiesta atrae a miles de turistas extranjeros, especialmente norteamericanos, llegando a quintuplicar su población al recibir más de un millón de turistas durante esos días.
Desde entonces se han sumado distintos elementos al festejo como la caminata por el Casco Viejo de Pamplona conocida como el Riau-Riau, o el famoso chupinazo, que concentra a miles de pamploneses y visitantes en la plaza del Ayuntamiento de Pamplona, ataviados con el traje blanco y rojo típico.
MANTO DE PAÑUELOS ROJOS.
Un manto de pañuelos rojos en alto inundan la ciudad esperando a que se lance el cohete desde el balcón del consistorio que da inicio a los Sanfermines, momento en el que el fervor festivo se contagia en cada uno de los concurridos rincones de Pamplona.
Por delante aguardan nueve días en los que miles de personas disfrutarán de la procesión de San Fermín, las peñas, suculentas comilonas en bares y restaurantes, cánticos y festejos, acompañados de champán y del mejor vino.
Durante estos días, todos los pamploneses y visitantes tendrán en común algo más que las ganas de fiesta y su presencia en los encierros por las céntricas calles: el pañuelo rojo en sus cuellos.
Este distintivo de la vestimenta típica de los Sanfermines es anterior a la costumbre de vestir de blanco y hay varias teorías acerca de su implantación, como su utilidad para llamar la atención del toro, y la más aceptada, la del martirio de San Fermín
Desde cualquier punto del recorrido de la procesión de San Fermín se puede disfrutar del paseo del santo, amenizado por un baile de la Comparsa de gigantes y Cabezudos, y la jota.
En los últimos años se ha puesto de moda también una práctica un tanto arriesgada, el 'fuenting', consistente en tirarse desde la fuente de Santa Cecilia de Pamplona, pero no sobre agua, sino sobre los brazos de la multitud.
LOS ENCIERROS, PIEZA FUNDAMENTAL.
La principal insignia de los Sanfermines son los encierros en los que, con varias normas referentes al recorrido y a los individuos, como no portar cámaras, mochilas y derivados ni encontrarse bajo los efectos del alcohol, miles de pamploneses corren delante de los toros de lidia hasta la Plaza de toros.
Previo a cada encierro, los participantes recitan diferentes cánticos en la cuesta de Santo Domingo todos los días a las mismas horas, requiriendo a San Fermín que les otorgue suerte. Para aquellos que rehúsen correr delante de las reses se encuentra el Museo del Encierro, que realiza un recorrido por la tradición en la ciudad.
Si se hace un parón en los nueve días de fiesta ininterrumpida, Pamplona ofrece múltiples alternativas culturales como el Castillo de Javier, de finales del siglo X, el Museo Catedralicio Diocesano, el Museo sobre el músico Pablo Sarasate o el Museo de Navarra.
Otros de los principales lugares emblemáticos a visitar son la Cámara de Coptos, original del siglo XII, de arte gótico y declarado Monumento Nacional en 1868, o la Catedral de Pamplona, Santa María la Real. La catedral es el complejo catedralicio más completo de España, cuya cocina es uno de los pocos ejemplos de cocina gótica de toda Europa que se conservan.
ALOJAMIENTOS PARA TODOS.
Para descansar en medio de tantos acontecimientos festivos, Pamplona cuenta con un amplio abanicos de alojamientos para todos los gustos, y para todos los bolsillos.
Uno de los establecimientos más emblemáticos en el Gran Hotel La Perla Pamplona, de cinco estrellas, que desde el siglo XIX ha recibido a personajes como Orson Welles, Manolete, Charles Chaplin, Imperio Argentina o el pamplonés de adopción, Ernest Hemingway.
El hotel, localizado en pleno centro, ofrece la posibilidad de alojarse en algunas de las habitaciones de estos personajes, que permanecen prácticamente idénticas.
Aparte de la oferta hotelera, muchos visitantes se hospedan en apartamentos y pensiones, en casas rurales o en alojamientos de municipios aledaños, aunque son muchos también los que optan por acudir uno o dos días y no descansar para aprovechar al máximo los días de fiesta.
DELEITE CULINARIO.
En cuanto a la gastronomía, los bares de la ciudad ofrecen exquisitos pinchos y platos típicos como las delicias de verdura de menestra, pimientos o espárragos. Para coger fuerzas para los encierros, los pamploneses proponen empezar con el popular consomé, conocido como "caldico" o un chocolate con churros para entonar el cuerpo, seguido de magras con tomate para almorzar.
Uno de los platos más famosos es el cordero al chilindrón, así como el caldereta con patatas, el bacalao ajoarriero y la trucha a la navarra, para finalizar con repostería de dulces de leche, rotas de txantxigorri, roscos bendecidos por San Blas, cuajada o queso.
El último día de la que para muchos es "la mejor fiesta del mundo", un número menor de pamploneses y visitantes que en el chupinazo, y caracterizados por la melancolía y en muchos casos, el cansancio, despiden las emblemáticas fiestas entonando el 'Pobre de mí', aunque la frase más repetida ante el fin sea "regresaré a San Fermín".
Como escribió Hemingway tras uno de sus muchos viajes a Pamplona, San Fermín es una fiesta "capaz de hacer que uno se levante de la cama a las cinco y media de la mañana durante varios días seguidos".