MADRID, 6 Nov. (EUROPA PRESS) -
Las islas maltesas han recibido a lo largo de miles de años de historia la influencia de una gran variedad de culturas y de sociedades de todo tipo que han convertido al país en una mezcla única en todos los sentidos.
Esta amalgama de culturas se ha visto reflejada en todas las tradiciones del país, incluida la gastronómica. Y es que la comida maltesa se define como una de las más originales y peculiares del Mediterráneo y cuenta con una riqueza excepcional.
Turismo de Malta nos recuerda que la cocina maltesa está condicionada por las estaciones del año, pues emplea principalmente ingredientes sencillos y tradicionales. El pescado, las verduras, la carne, el hojaldre, los dátiles y el aceite de oliva son algunos de los principales protagonistas de sus platos.
Todo ello se combina con los productos que los caballeros europeos que habitaban en las islas trajeron del nuevo mundo, enriqueciendo así la gastronomía local e incorporando nuevos sabores. De hecho, se dice que Malta fue el segundo país europeo en probar el chocolate.
Las recetas tradicionales del archipiélago rebosan por lo tanto de sabores singulares y se caracterizan por el uso de especias y de aromas intensos.
Su gastronomía ha absorbido muchas características de la cocina siciliana, por lo que la pasta es muy utilizada en las elaboraciones. Las tradiciones árabes también son palpables y sencillas de identificar, pues se utiliza en muchos ingredientes como el azafrán, el estragón, la canela, la vainilla o el ajo.
TRADICION EN LA MESA.
Algunos de los platos más famosos de Malta son el lampuki, su pescado autóctono, el Bebbux Bl-Arjoli, caracoles estofados con salsa de tomate picante; el estofado de conejo, el plato nacional; los Pastizzi, sus famosos pastelitos de hojaldre, o la Ftira, la pizza maltesa elaborada con una masa parecida al pan.
Y según la oficina de representación de Turismo de Malta en España una de las mejores formas de conocer los productos típicos es visitando sus mercados, y Malta está repleta de ellos. Todos los domingos se celebra un gran mercado en La Valletta. También en Marsaxlokk, un pueblo pesquero, se ubica el mercado más folclórico de las islas.
En los puestos del mercado es donde se pueden encontrar los snacks más típicos. Los pastizzino pueden faltar, pero hay otros como el hobz biz-zej, una rebanada de pan con tomate, aceite, atún, cebollas y alcaparras; el bigilla, una crema de alubias con ajo, o las aceitunas rellenas, una cata imprescindible.
Otra de las mejores formas de disfrutar de la gastronomía del archipiélago es a través de sus fiestas. Y al pueblo maltés le encanta celebrar: festivales folklóricos, grandes eventos culturales, fiestas patronales. Las opciones son múltiples y, como no podría ser de otro modo, todas estas ocasiones vienen acompañadas de ricos platos tradicionales.
Pero a los malteses también les apasiona organizar festivales centrados exclusivamente en la comida. Es el caso del Festival del Pan, que se celebra cada 17 de septiembre en la la ciudad de Qormi. Y es que el pan es tan importante en Malta que el Ftira ha sido reconocido como Patrimonio Inmaterial por la Unesco.
Se trata de un pan aplanado con un agujero en el centro, crujiente por fuera y suave por dentro, que se elabora sin levaduras y es el único pan que mantiene su elaboración en la isla.
El Malta International Food Festival es otra gran celebración que combina la música y la cocina ; el Festival de la Fresa reúne cada año a productores de esta fruta para vender su cosecha, mientras los comerciantes ofrecen postres, aperitivos y bebidas; y el Marsovin Summer Wine Festival es otro evento interesante que invita a todos los amantes del vino a disfrutar de los diferentes aromas y matices de esta bebida.
La comida de cada lugar ofrece una mirada sobre su historia y tradición. Y a través de la gastronomía maltesa es posible hacer un viaje a través de la herencia de las culturas que dejaron su huella en el archipiélago.
Por eso, cualquier viaje a Malta debe incluir una degustación de los productos tradicionales para entender un poco mejor una cultura exótica y definitivamente única.